“Pero vendrán días en que les quitarán al esposo”
Am 9, 11-15; Sal 84; Mt 9, 14-17.
“¿Cómo pueden llevar luto los amigos del esposo, mientras él está con ellos?” ¿Cuántos domingos vivimos esta alegría? Podemos elegir la misa a la que queremos ir, sea por el horario, el padre que va a oficiar o por el coro; hasta podemos elegir la iglesia de nuestra preferencia.
Gracias Dios mío, por cada domingo en que he participado en la Santa Misa y por las ocasiones que me alimentaste con tu Cuerpo y por muchas otras cosas buenas a las que ya me había acostumbrado, tanto, que pensé que era un derecho. Pero a mediados de marzo, por razones de salud, la Madre Iglesia dispuso que no era conveniente reunirnos en comunidad para celebrar la Santa Misa. “Pero vendrán días en que les quitaran al esposo y entonces si ayunaran”. Y estamos ayunando de muchas cosas: principalmente de alimentarnos del Cuerpo de Jesús en la eucaristía. Y eso duele. Pero el Espíritu Santo no nos deja solos, él nos lleva de la mano a vivir este “ayuno” como un sacrificio del cuerpo para la conversión del corazón a Dios.
Señor te ofrezco este sacrificio unido a todos mis hermanos, para unirnos a la Cruz de Jesús, como desagravio a tu corazón y reparación por nuestros pecados. Prepara mi corazón y el de toda la Iglesia para la próxima vez que nos reunamos a recibirte. “Yo soy el pan de Vida”. Hoy quiero visitar y arrodillarme ante Jesús que está encerrado en el sagrario y acompañarlo.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Carmen Elisa Arteaga Solís
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