El patrón de la juventud vicentina y su búsqueda de la santidad

por | Jul 4, 2020 | Formación, Reflexiones, Sociedad de San Vicente de Paúl | 0 comentarios

En esta Jornada Internacional de la Juventud Vicentina, vamos a contar algunos detalles de la vida y la búsqueda de la santidad de nuestro patrón, el beato consocio Pier Giorgio Frassati.

Frassati nació el 6 de abril de 1901, en la ciudad de Turín, en una familia con muchos bienes materiales y fuertes personalidades. Hijo de Alfredo Frassati, figura política y dueño de un periódico muy influyente hasta hoy, y de Adelaida Ametis, artista muy conocida en varias exposiciones.

En su casa fue en donde más puso en práctica la virtud de la mansedumbre, honrando a sus padres y, al mismo tiempo, defendiendo los principios cristianos, llegando a adoptar una posición política contraria a la de su padre, en defensa de la fe católica.

En los encuentros familiares, estrictamente cronometrados, el silencio reinaba en el duro ambiente. Él y su hermana, Luciana Frassati, sustentaban el matrimonio debilitado de sus padres, hasta el punto de renunciar a su gran pasión, Laura, porque su salida de casa podría resultar en la separación de sus padres.

Con insistencia, hasta su muerte, dedicó muchas oraciones a la conversión de sus padres, que sólo comenzó a manifestarse más tarde, en las misas dominicales de su padre. Fue un joven muy modesto que buscaba el sustento diario en Dios:

“Me preguntas si soy feliz. ¡Cómo no iba a serlo, mientras mi fe me de fuerzas!… Porque el sufrimiento es algo muy distinto de la tristeza, que es la peor enfermedad de todas. Casi siempre es causado por la falta de fe» (Carta a Sor Luciana).

Incluso en la adversidad, Frassati fue educado en la fe católica, la principio gracias a su abuela, una de sus pocas compañías. A la edad de 10 años recibió la Primera Comunión; sus padres, aunque le apoyaron, notaron grandes cambios en el comportamiento de su hijo, principalmente debido a sus largos momentos de oración y su Celo Apostólico.

Incluso fueron a hablar con un sacerdote, que les mostró claramente que era la voluntad de Dios; sin embargo, su madre llegó a prohibirle ciertos actos, como las adoraciones nocturnas, que Frassati tanto amaba. Después de cierto tiempo, el beato sintió un gran deseo de comulgar todos los días, y fue para él motivo de gran alegría cuando su madre consintió en este deseo, por lo que ayunó durante 12 horas.

“Jesús me visita cada mañana en la comunión, y yo le correspondo de la pobre manera en que puedo hacerlo: visitando a los pobres”.

Más tarde entró en una Conferencia de la Sociedad de San Vicente de Paúl, donde intensificó la práctica de la Humildad. Era un verdadero ejemplo de consocio en la visita a los pobres, con su alegría en reconocer a Cristo en todo; contagiaba a las familias, sabía escuchar, prestar atención y, sobre todo, llevaba el amor de Dios a los hogares.

Frassati era capaz de encaminar a familias enteras a la Eucaristía, con su firme personalidad. Tenía una intensa rutina, misa diaria, lectura de la Biblia, estudios, adoración, Santo Rosario, almuerzo familiar y visitas a los necesitados. Cuando le resultaba difícil cumplirla, si necesitaba dejar de hacer algo, la visita era lo último que abandonaba.

Decidió estudiar Ingeniería de Minas para «servir mejor a Cristo entre los mineros»; estaba muy contento mientras servía; trabajó para cambiar las estructuras, por ejemplo proporcionar un medio para que las familias se estructuren.

Aunque muchos de sus amigos se tomaban vacaciones para ir a la playa, él intensificó su servicio a aquellos más necesitados que se veían privados de apoyo. Lo hacía todo con mucha alegría.

Después de agonizar por sus sufrimientos a causa de la poliomielitis, que probablemente contrajo durante una visita, murió el sábado 4 de julio de 1925, un día especial de devoción a la Virgen María, a quien solía recoger flores y ofrecerlas en el Santuario de Nuestra Señora de Oropa.

Hacía sus trayectos a pie o en bicicleta. Su familia, aunque tenía muchas posesiones, era estricta y le daba una pequeña cantidad de dinero. Frassati, viendo las mayores necesidades, vivió la Mortificación. Ahorró el dinero de su transporte para darlo a los más necesitados, además de dedicarse mucho al deporte y cuidar su salud, que —decía— debía ponerse al servicio de los que no la tuvieran.

Entregó su vida a los más necesitados, incluso en los últimos momentos de su vida: con su mano atrofiada, escribió pidiendo ayuda para los pobres que no había podido visitar aquel día. Su familia, que lo minusvaloraba por no haber hecho cosas significativas, no podía imaginar que Frassati pasara tanto tiempo sirviendo a los necesitados.

En el momento de su velatorio, que iba a ser privado, una gran multitud de gente vino a visitar a Frassati, lo que fue una gran sorpresa para la familia, aunque no tanto como la sorpresa de la multitud al descubrir que Frassati pertenecía a una familia de clase alta, porque el beato vivía muy bien la virtud de la Simplicidad.

Uno de los milagros que se investigan es la curación de la joven Jaciele Maria dos Santos, que tuvo lugar en Barueri, en el Cenáculo de Oro de la Renovación Carismática Católica, en septiembre de 2019. Llevaba la reliquia del beato durante un momento de intensa oración.

Jaciele descubrió en 2018 que tenía un aneurisma cerebral. Sintiendo muchos dolores de cabeza durante el evento, todavía no sabía los resultados de las pruebas médicas de algunos días antes. Al día siguiente, descubrió que las pruebas mostraban una gran hemorragia que requeriría una cirugía urgente. Se volvieron a hacer los exámenes prequirúrgicos en los que se descubrió que el cerebro de la niña estaba completamente restaurado, lo que se confirmó con varias pruebas nuevas.

Aunque la Comisión de la Juventud de la SSVP no estaba organizada en aquel momento, no tengo duda alguna de que el consocio cumplió su objetivo: buscar la santificación personal al servicio de los más necesitados. Dijo que su vida tenía que ser una preparación continua para la eternidad, ya que no sabía el día de su muerte. Así, el papa Juan Pablo II, al beatificarlo, lo presentó como un ejemplo de santidad para la juventud en la búsqueda de lo extraordinario de lo ordinario.

Oración: ¡Oh, beato consocio Pier Giorgio Frassati, que como Adorador Nocturno hiciste de Jesucristo en la Santísima Eucaristía la meta de tu amor apasionado, y como consocio vicentino serviste a Cristo presente en los pobres! Que sigamos tu magnífico ejemplo cumpliendo nuestra misión, como tú lo hiciste: con amor, alegría y dedicación. Por Cristo, nuestro Señor.

Antônio Sebastian,
Coordinador Nacional de la Juventud para la Región IV,
Sociedad de San Vicente de Paúl en Brasil.
Fuente: http://ssvpbrasil.org.br/

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