Cuando buscamos el alma de una historia, a veces un detalle aparentemente insignificante resulta ser la clave.
En el capítulo 10 del evangelio de san Mateo, Jesús expone una serie de ideas. Nos dice que todo estará a plena vista, y nada oculto, luego nos anima a proclamar nuestra fe desde las azoteas, y finalmente promete hablar por nosotros ante su Padre. Cosas inicialmente desconectadas, ¿podría haber algún detalle que las una?
Un comentarista sugiere una sorprendente: la mención del Señor de un pajarito.
Jesús imagina un gorrión cayendo muerto desde el cielo. Pero continúa afirmando que su amado Padre se fija incluso en ese insignificante suceso. No importa cuán insignificante parezca, le importa a Él. Si un evento tan pequeño puede atraer la compasión divina, ¿cuánto más se preocupa el Padre por cada uno de nosotros, especialmente cuando caemos? Jesús está resaltando la amorosa atención que Dios nos brinda a cada uno de nosotros.
Ese detalle atraviesa por esta sección del evangelio de Mateo. El Señor está caminando con sus discípulos y todos rememoran no sólo la aclamación que recibe Jesús, sino también la oposición. Para calmar su miedo, Jesús comienza a hablar en imágenes: una pequeña moneda y el gorrión que se compra con ella, los muchos pelos de la cabeza de una persona. Si el Padre se da cuenta de cosas tan diminutas, ¿cuánto más se da cuenta y aprecia a cada uno de ustedes? Este es el Dios que, en palabras de Pablo, «abunda en amor y compasión».
A lo largo de los siglos, muchos creyentes fueron capaces de recuperar uno u otro icono del evangelio, descubriendo en ellos el cuidado de Dios. Podría haber sido así:
- ese gorrión que cayó al suelo y luego revivió,
- ese cordero perdido llevado a los brazos firmes del pastor,
- ese maltrecho viajero recogido y aliviado por el Buen Samaritano,
- esa mujer cautelosa en el pozo, cuyos miedos Jesús disipó,
- una de las muchas imágenes de Vicente de Paul para la presencia de Cristo en los pobres.
Para la Iglesia primitiva, figuras como estas transmitían coraje y permitían a los discípulos seguir adelante ante la persecución. Puedo imaginar a uno de ellos en alguna situación amenazante años después viendo un pequeño pájaro en lo alto y sintiendo el alivio en la seguridad de Jesús.
Pequeñas joyas como estas, que se encuentran en nuestras Escrituras y en la herencia de nuestra Familia, tienen un modo de liberar significados que destapan depósitos de una esperanza medio olvidada.
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