“Enséñame, Señor, tu santidad…”
Am 3, 1-8; 4, 11-12; Sal 5; Mt 8, 23-27.
Jesús se sabe ungido con la fuerza del Espíritu, se muestra Señor de la naturaleza, Señor de la Vida, vencedor de la muerte. Nos comunica que él es la fuente de la vida, que es la esperanza y la liberación para cada uno de nosotros.
Es impresionante descubrir a un Jesús que, en medio de la tormenta, duerme. No se altera, no se desespera, no grita, no se enoja, es decir, vive con paz en medio de la tempestad.
Y justamente, la radicalidad del seguimiento se manifiesta en la tempestad, cuando las cosas no van tan bien, es ahí donde mostramos la madera de la que estamos hechos, nuestro temple interior, el dominio de nosotros mismos.
“¿Por qué tienen miedo, hombres de poca fe?” La pregunta de Jesús es válida: ¿Por qué tenemos miedo si él está con nosotros? ¿Por qué tenemos miedo si él camina a nuestro lado y nos sostiene en las dificultades? Ser discípulo de Jesús en medio de la tempestad es un privilegio que cada cristiano debería tomar como una oportunidad, sin dudar.
Pidámosle al Señor, no que no tengamos tempestades, sino que sepamos superarlas y hacer visible nuestro amor a Él, en todo lo que hacemos y decimos.
¿Con que actitud vives las tempestades de tu vida?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Sor Yolanda Elvira Guzmán Yeh, H.C.
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