En 1649, san Vicente de Paúl escribió: los pobres son mi peso y mi dolor. Ahora, en el año 2020, nosotros, los miembros de la Familia Vicenciana en los Estados Unidos de América declaramos firmemente que la vida de nuestros hermanos y hermanas afroamericanos es importante; ellos son nuestro peso y dolor.
Todos hemos escuchado grito «No puedo respirar» de nuestro hermano, George Floyd, y, de repente, a todos nos resultó difícil respirar. El racismo institucional y la violencia le arrebataron la vida a nuestro hermano, el mayor don que había recibido de Dios. Desafortunadamente, debemos admitir que este no ha sido un hecho aislado. El racismo y la violencia institucionalizada forman parte de nuestra historia desde el momento en que nos convertimos en nación. Nosotros, como Vicencianos, también debemos reconocer nuestro propio rol en la génesis de esta historia.
Hoy, sin embargo, la realidad puede ser diferente. Ahora tenemos la oportunidad de comunicarnos con los miembros de las otras ramas de la Familia Vicenciana para fortalecer los lazos de colaboración. Hoy podemos compartir nuestros recursos, nuestros dones, nuestro tiempo y nuestros voluntarios para profundizar nuestros lazos de solidaridad. Hoy podemos unirnos en acciones conjuntas que transformen los corazones y las estructuras de nuestra sociedad. Hoy podemos unidos comenzar el proceso para abolir el pecado del racismo y la violencia en nuestro medio y realidad.
Nosotros, los miembros de la Familia Vicenciana en EE.UU., como parte de la Familia Vicenciana Internacional que agrupa a más de ciento sesenta ramas, con más de cuatro millones de miembros y colaboradores, no podemos permanecer más tiempo en silencio. Es el momento de alzar nuestras voces y proclamar palabras de justicia e igualdad. Es el momento en el que nuestras acciones reflejen las palabras que escribimos y proclamamos. Es el momento de la audacia y el coraje, en el compromiso cierto por construir una nueva sociedad. Ahora es el momento de ser inventivos hasta el infinito mientras nos comprometemos a crear una nueva tierra… una nueva tierra donde las voces de los que no tienen voz se escuchen y se refuercen; una nueva tierra donde la justicia y el respeto sean los principios rectores de nuestra sociedad; una nueva tierra en la que nunca más alguien tenga que gritar: ¡No puedo respirar!
Escribimos y proclamamos estas palabras como Familia. Lo hacemos así porque somos conscientes de que ninguna persona, institución o rama podría llegar a realizar esta tarea en forma aislada. Unidos, sin embargo, somos más fuertes y podemos marcar la diferencia. Unidos, con fuerzas renovadas, podremos actuar con decisión frente al racismo y la violencia. Finalmente, a medida en que hacemos vida nuestra opción común, esforcémonos para que nuestras palabras y acciones sean testimonio vivo de reverencia, dignidad y respeto por la vida de nuestros hermanos y hermanas afroamericanos… Sí, las vidas de los hombres y mujeres de color importan; son nuestro peso y nuestro dolor.
Junio de 2020
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