“Bendito sea el Señor…”
Deut 8, 2-3. 14-16; Sal 147; 1 Cor 10, 16-17; Jn 6, 51-58.
Nutrirse es una de las necesidades básicas del ser humano: comer, alimentarse, es algo que no puede faltar. La solemnidad de hoy nos presenta el gran regalo que Dios quiso dejarnos en su Hijo Jesucristo, a través de la Eucaristía.
Cristo toma la imagen del “pan verdadero” para decirnos que debemos valorar también el alimento espiritual para nuestra alma. Para él, lo más importante es alimentarnos, acompañarnos desde lo más íntimo de nuestro ser. Por eso su amor tan delicado le llevó a quedarse cerca de nosotros, de un modo especial, en la Eucaristía. Jesús nos ama tanto, que se ha quedado con nosotros para ser nuestro alimento: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo”.
Yo les aseguro que, alimentados de Jesús, podemos recibir y dar paz, podemos recibir y ser luz para los demás, podemos trascender nuestra mirada y abrir el corazón para reconocer a Jesús en los más pobres y necesitados.
Alimentémonos de Jesús, tengamos esa vida que dura para siempre. La Eucaristía es misterio de Amor, es misterio de Dios.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Sor Yolanda Elvira Guzmán Yeh, H.C.
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