“Señor, no te alejes de nosotros…”
1 Re 17, 7-16; Sal 4; Mt 5, 13-16.
Jesús nos dice en el evangelio de hoy que nosotros somos la sal de la tierra y la luz del mundo. La sal y la luz cubren todo el universo, la tierra, el mundo. Pero la sal y la luz no están en función de sí mismos, sino están en función de los demás; la sal para dar sabor y la luz para alumbrar, iluminar y orientar el camino.
Hoy, como en el tiempo de Jesús, vemos un mundo que pierde, cada vez más, su capacidad de amar, su capacidad de ternura, su capacidad de “ser”. Vemos un mundo que va perdiendo el sabor de la fraternidad, de la solidaridad, del calor humano, en definitiva, que está perdiendo el rumbo. Cada vez parecemos más extraños unos para los otros y más egoístas. La humanidad está perdiendo el gran regalo que Dios nos dio de amar y sentirnos profundamente amados.
Ser sal y luz es un gran reto. Habilitemos el mundo, transformémoslocon la fuerzadelamor comprometido y con nuestras buenas obras. Que el amor sea lo ordinario de la vida. Así, todos reconocerán a nuestro Padre Dios y le darán gloria.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Sor Yolanda Elvira Guzmán Yeh, H.C.
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