“Bendito seas para siempre, Señor…”
Éx 34, 4-6. 8-9, Dn 3; 2 Cor 13, 11-13; Jn 3, 16-18.
Dice un himno de la oración de la mañana: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu, salimos de la noche y estrenamos la aurora… Así, inseparables las tres Personas, unidas en el misterio del único Dios, el misterio de la Santísima Trinidad.
La fiesta de la Santísima Trinidad nos invita a sumergirnos en ese mar de amor infinito que es Dios y a gozar de dicho amor, entrando en comunión de vida con el único Dios. Así como lo hizo Moisés, obteniendo una respuesta de Yahvé quien, al pasar junto a él, le reveló su identidad: “Yo soy el Señor, el Señor Dios, compasivo y clemente, paciente, misericordioso y fiel”.
Acerquémonos a este amor trinitario de Dios, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu… Aprendamos a crecer en nuestras relaciones movidos por el amor de Dios, confiemos nuestra vida, trabajos y preocupaciones en manos de la Divina Providencia.
Dando abundantes frutos como signos del amor de Dios, ya que su amor nos compromete a ser testigos de una vida nueva, proclamando nuestra fe en este Dios Uno y Trino.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Sor Yolanda Elvira Guzmán Yeh, H.C.
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