“El mayor pecado es no haber creído en mí”

Hech 16, 22-34; Sal 137; Jn 16, 5-11.

Nos encontramos con Jesús y sus discípulos en su despedida, momento que les llena de tristeza el corazón, pero también de consuelo, porque Jesús les anuncia que es necesario que él se vaya para que pueda enviar al Consolador, que los ayudará a construir una nueva comunidad pascual.

Les asegura también que el mayor pecado es no haber creído en Él.

La sociedad actual niega la presencia del pecado, todo es permitido; si esto es así, entonces no necesitamos a Dios en nuestra vida. Es claro que cuando no se tiene una experiencia profunda de Dios, no se tiene tampoco sentido del pecado. Todo hombre tiene la responsabilidad de darle cuenta a Dios sobre su vida cuando, al final de su historia, se encuentre cara a cara con Él. La tarea de toda persona centrada en el Señor es llevar a los otros a que vean su vacío de Dios.

Lo que el mundo aprenderá de los creyentes es que saben vivir porque han conseguido superar sus contradicciones internas y ahora están en paz, con una gran libertad y fuerza interior. Un cristiano que sigue a Jesús, vive siempre en una increíble libertad porque ya se sabe juzgado y perdonado.

Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Sor Elizabeth Sánchez Rangel, H.C.