“Que todo aquel que crea tenga por él vida eterna”
Hech. 4, 32-37; Sal 92; Jn 3, 7-15.
El buen Nicodemo continúa interesado en el tema “nacer de nuevo del espíritu”, y sigue preguntando desde la oscuridad de su noche: “¿Cómo puede ser esto?”. Él sabe que Jesús ha sido enviado por Dios y que Dios está en Jesús, pero al parecer le falta dar un paso más: creer. Y es que creer implica dejarse conducir por el Espíritu, renunciando a nuestra lógica humana para abrirnos a nuevas realidades de la lógica según Dios, en la cual creer en un crucificado que resucitó y que vive, nos remite al triunfo final de la vida sobre la muerte y nos hace partícipes de su victoria. Lógica en la que muchas veces son maestros los pequeños y sencillos, a quienes deberíamos creer más, escuchar mas, aprender de su fe.
Esto descubrió San Vicente cuando declaró: “la verdadera religión está entre los pobres. Dios los ha enriquecido con una fe viva: ellos creen, palpan, saborean las palabras de vida.
¿Cuál es la causa de esto? La fe. ¿Por qué? Porque son sencillos y Dios hace abundar en ellos las gracias que les niega a los ricos y sabios del mundo”.
Demos gracias a Dios por los testigos que nos envía para hablarnos de las profundidades de su ser con la sencillez de un niño. ¿Les creo?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Sor María del Pilar Méndez Gallegos H.C.
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