“Algo impedía que sus ojos lo reconocieran”
Hech 3, 1-10; Sal 104; Lc 24, 13-35.
Estos dos discípulos regresaban a casa confundidos y sin esperanza, pues al parecer todo había concluido con la muerte de Jesús. Hacen todo un camino para comprender que Jesús es el enviado de Dios, y es a la luz de la palabra que resuena en su corazón, como logran descubrir a Jesús al hacerse pan para ellos.
A veces nos creamos falsas expectativas respecto a la manera en la que Jesús debería intervenir para resolver nuestros problemas. De esta manera nos cerramos para reconocer que el Señor, de una u otra manera, camina siempre con nosotros. Esta cerrazón nos hace ciegos y nos negamos a creer que Él está vivo y actuando en nuestras vidas para nuestro bien. El Señor conoce nuestras dudas, nuestras tristezas y aflicciones pero quiere que se las platiquemos para que Él las ilumine con la luz de su Palabra.
Solamente cuando lo invitemos a quedarse con nosotros, Él nos partirá el pan, nos alimentará con su propio cuerpo, y podremos reconocerlo y amarlo como nuestro Dios, poniéndonos en camino para anunciar que Él está vivo.
¿Reconozco a Jesús haciendo el camino junto a mí?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Sor María del Pilar Méndez Gallegos H.C.
0 comentarios