“Ungió los pies del Señor y los secó con sus cabellos”
Is 42, 1-7; Sal 26; Jn 12, 1-11.
María de Betania nos enseña que cuando se ama se da todo, se da lo mejor, sin escatimar ni detenerse a hacer cálculos, como poniendo precio al amor. Ella sabe cuánto ama, y todo lo que puede ofrecer a Jesús lo entrega generosamente sin temer“el qué dirán”, simplemente quiere demostrarle su amor. Él es el único importante, está allí para Él y todo lo demás pasa a un segundo plano. Por ello, con la ternura y delicadeza propia del amor unge los pies del amado con perfume exquisito, y los seca con la seda de sus cabellos.
El polo opuesto lo encontramos en Judas Iscariote, el calculador, que no aprecia el gesto de amor de María hacia Jesús, sino que se fija en el dinero que se gastó y que no llegó a la bolsa para su personal beneficio.
Al parecer, le falta abrirse al amor para descubrirlo en su Maestro e irradiarlo a sus hermanos. Sólo de esta forma su bandera de “ayuda a los pobres” hubiese sido creíble, pues la ayuda sin amor es únicamente campaña publicitaria.
Acudamos a la fuente del amor, a Jesús, para encontrarlo y amarlo efectivamente en el hermano. “Sólo por tu amor te perdonarán los pobres el pan que tú les des” (San Vicente de Paul).
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Sor María del Pilar Méndez Gallegos H.C.
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