Jesús es el Enviado de Dios para anunciar la Buena Nueva a los pobres. Soporta la cruz por mantenerse fiel a su misión. Y nos quiere como él.
Entra Jesús en Jerusalén a las aclamaciones de las multitudes. Lo llaman «Hijo de David», acogiéndolo como heredero verdadero y fiel del rey David. Les dicen además a los que preguntan: «Es Jesús, el profeta de Nazaret de Galilea».
Pero no saben las gentes lo que dicen. Es que no comprenden. Y más adelante descubrirán su incomprensión, pues exigirán que muera Jesús.
Las multitudes se vuelven, sí, en contra de él. No puede ser rey y mesías fiel a su realeza un indefenso ante sus acusadores y condenadores. A éstos no les toca juzgarlo; le toca juzgarlos a ellos. Buscan las gentes, pues, a alguien que las liberte de los romanos.
Así pues, las multitudes no captan el significado de la venida de Jesús montado en un asno. Y lo llaman profeta sin pensar.
Pero no, no tiraniza Jesús a nadie. Parece requisar él una borrica con su pollino y siquiera una casa. Pero promete devolver los animales y se sirve de la casa temporalmente, solo para celebrar la Pascua. Y Dios, además, no lo ha enviado para ser servido, sino para servir.
Y Jesús tiene la firme decisión de permanecer fiel a su misión. No le importa que ella suponga la incomprensión, el rechazo y la muerte. Esas contrariedades forman parte de lo que es ser profeta (véase Mt 4, 12; 14, 3-12; 23, 29-35). Cierto, se entristece y se angustia ante la pasión y la muerte. Pero se mantendrá fiel a la voluntad de su Padre. Fiel también a los que sufren, no se baja de la cruz.
Jesús nos quiere como él, fiel a su misión de servicio que él comparte con nosotros.
Nos decimos cristianos, pero la prueba no está en decir, sino en seguir. Quiere Jesús que lo acompañemos nosotros, haciendo el bien y predicando el Evangelio del reino. Hemos de socorrer a sus más pequeños hermanos y hermanas.
Jesús nos pide también indicar que no hay mal, —incluso el mal del COVID-19—, que por bien no venga: tenemos la oportunidad para hacer mejor las cosas. Es el tiempo de restablecer el rumbo de la vida hacia el Señor y hacia los demás.
Jesús nos llama, sí, a trabajar con él en hacer mejor y más digno este mundo para todos. Si esto lo hacemos, tendremos menos amigos y más enemigos, pues difícilmente se puede hacer algún bien sin contrariedades (SV.ES I:143). Pero los discípulos son fieles como es fiel su Maestro. Están listos para despojarse de sí mismos, para entregar sus cuerpos y derramar su sangre.
Señor Jesús, ojalá vivamos como tú, para que muramos como tú (SV.ES I:320). Haz que seamos fieles a ti como eres fiel a nosotros, incluso ante el sufrimiento y la muerte.
5 Abril 2020
Domingo de Ramos (A)
Mt 21, 1-11; Is 50, 4-7; Fil 2, 6-11; Mt 26, 14 – 27, 66
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