Creando alegría en una situación de aislamiento

por | Abr 2, 2020 | Formación, Reflexiones | 0 comentarios

El coronavirus (COVID-19) en pocos días ha hecho el mundo pedazos. A pesar de las advertencias la gente viajó, tuvo fiestas, encuentros y le tenía sin cuidado aquello de la distancia social. Cuando comenzó en China y luego en Italia, muchos no entendieron la seriedad de la situación hasta que fueron golpeados nuestros propios países y ciudades. Hemos visto el impactante video de una mujer en China corriendo detrás del coche fúnebre de su marido sin poder darle el último adiós. Dado que, en Bérgamo, Italia no ha habido espacio para los cadáveres en los cementerios, se usaron vehículos militares para llevar los ataúdes fuera de la ciudad para ser cremados. La tasa de mortandad es alarmantemente alta en los países afectados por el covid-19, y el número de personas se multiplica cada día. El 21 de marzo el Primer Ministro Italiano Giuseppe Conte, escribió en Twitter: “Perdimos el control de la epidemia. Morimos física y mentalmente. No sabemos qué   más hacer. Todas las soluciones sobre la Tierra se han agotado. La única solución está en el Cielo”.

En este momento si alguno dice: que no cunda el pánico, escuchamos. Ahora mismo experimentamos pánico, pero en medio de dicho pánico tenemos que ser responsables con nosotros mismos y con la vida de nuestro prójimo. Se supo la noticia de que en Estados Unidos y Gran Bretaña había escaseado el papel higiénico, los termómetros y los desinfectantes de manos. Ahora estamos en pánico, pero no de conseguir papel higiénico, sino de salvar nuestra vida y la vida de otros. En este momento, no parece constructivo preguntarse qué está haciendo el Gobierno y qué están haciendo las autoridades de la Iglesia. No es tiempo para el pánico acerca de la cancelación del culto publico en la Iglesia. Ningún gobierno en el mundo ha sido capaz de lidiar con el problema. El asunto está más allá del control del gobierno y de las autoridades eclesiásticas. Nadie puede sacarle el cuerpo al virus: el virus no sabe y no puede distinguir entre rico y pobre, entre partidos o grupos religiosos. Todos podemos resultar afectados si no nos comportamos como ciudadanos responsables. Si no nos comportamos responsablemente para ayudar a controlar la propagación del virus, quizás no tengamos una segunda oportunidad ni siquiera para lamentarnos.

Lo importante ahora es la seguridad para todos. Podemos abrazarnos, estrechar nuestras manos, tener fiestas, volver a nuestros servicios comunitarios de oración: para esto tenemos que estar vivos; el único camino para estar vivos es seguir las instrucciones.

Hemos aprendido a usar nuevos términos como auto-cuarentena, aislamiento social, distanciamiento social, enclaustramiento, y toque de queda. El trauma psicológico que experimentan muchos en aislamiento sucede, entre otras cosas, porque nunca nuestro mundo nos enseñó a disfrutar la soledad, a estar en silencio al menos diez minutos al día. Estábamos siempre ocupados con los amigos, en bares, encuentros sociales, salas de cine, fiestas… y se ha llegado al punto de creer,   que no podemos vivir ni un minuto nuestra existencia sin vida social. Nunca imaginamos que podría llegar un día como el actual. El  covid-19 nos ha afectado a todos. Ha cambiado la economía, los trabajos, las familias, los ancianos, los enfermos, los necesitados y la sociedad en general. Cuando sucede una catástrofe natural, se vendan las  heridas y se  torna a una vida saludable en un corto período de tiempo, usando el poder de la resiliencia. En el caso actual se trata de un sufrimiento gradual en el que se da más de un evento. Unos sufren más que otros.

Es esencial entender que el aislamiento social es una restricción temporal; no podemos, sin embargo, predecir cuánto durará. La cuarentena es una restricción impuesta en un lugar de confinamiento para aquellos que han contraído una enfermedad contagiosa; la auto-cuarentena  es impuesta para controlar la propagación de la enfermedad. Se lee en la Biblia (Levítico 13) que la cuarentena era de obligado cumplimiento a las personas que contrajeran una enfermedad contagiosa; esto se hacía por la seguridad de todos.

¿Pueden ser felices las personas cuándo están en aislamiento social? Por supuesto que sí. Los estudios muestran que además de nuestra herencia y la situación que podamos enfrentar, hay un factor fundamental que determina la felicidad: nuestra conducta. Así pues, la clave de la alegría reposa sobre nuestras acciones conscientes de la vida cotidiana. Las circunstancias de nuestra vida ordinaria han cambiado abruptamente. Hemos limitado el movimiento, no podemos ir a un restaurante a comer nuestro plato favorito, tenemos que hacer largas filas en los comercios para pagar, no podemos encontrarnos con nuestros amigos y miembros de la familia como antes. Pero esto será solo por un corto período de tiempo. Nuestra felicidad no depende primordialmente de las circunstancias de nuestra vida.

¿Cómo hacer decisiones sabias para sentirnos felices en este tiempo de reto? Reorganicemos nuestra vida desde el punto en que nos encontramos. No tiene sentido estar tristes o temerosos por lo que está sucediendo. No está en nuestras manos controlarlo. He aquí algunas sugerencias para vivir lo mejor que se pueda la vida en este tiempo de aislamiento social.

  1. Comenzar a comunicarse de nuevo: Frecuentemente, con nuestras ocupadas agendas, jamás tenemos tiempo para comunicarnos con nuestros amigos y seres queridos, ahora es un tiempo favorable para restablecer esta comunicación. Llame a sus amigos y a los miembros de su familia, a aquellos que tiene cerca y a los que están lejos, usando las distintas tecnologías que se tienen al alcance: Facetime, WhatsApp, Facebook, Google Duo, y  Twitter, son algunos de los medios que podemos usar actualmente. Invierta algún tiempo cada día; en este momento no podemos quejarnos de que no tenemos tiempo.
  2. Encuentre algo interesante para hacer. Cocine su plato favorito, busque una receta, haga esto en familia. Pregunte a su mamá como se hace tal o cual plato.
  3. Busque películas que pueda ver como familia. Seleccione su programa favorito de televisión. Relájese y entreténgase sin preocuparse del trabajo o del COVID-19.
  4. Lea algunos libros. Si no tiene en su casa pídalos on-line; busque aquellos libros que siempre ha querido leer y los de su campo de interés.
  5. Aparte tiempo para el ejercicio físico. Si su entorno es favorable y no es contra las normas del aislamiento social, haga una caminata, desempolve la máquina de ejercicios que compró y no ha usado todavía y comience a usarla.
  6. Comience un curso on-line. Se encuentran muchos cursos on-line, como “Coursera” donde encontrará más de 1400 cursos disponibles para su elección.
  7. Ayude a alguien en necesidad. Especialmente si conoce a algún anciano en el vecindario ofrézcale su ayuda para  las compras  cosas del diario vivir, o hágale una llamada para saber acerca de su salud.
  8. Buscar algún tiempo para orar en familia. Orar el Santo Rosario es un excelente inicio; que este haga parte de su vida. Aprender a estar solo y disfrutar la soledad.
  9. Leer la Biblia para encontrar algunas palabras consoladoras y compartirlas con su familia y amigos. Por ejemplo: “”No se pueden equiparar esas ligeras pruebas que pasan aprisa con el valor formidable de la gloria eterna que se nos está preparando.” (2 Cor. 4,17). O “Sabemos que todas las cosas concurren para el bien de los que aman a Dios, aquellos que han sido llamados de acuerdo a sus designios” (Rom, 8,28)
  10. Haga una Buena conexión con Dios en su soledad. Confíe en Su amorosa misericordia. “Porque yo sé muy bien lo que haré por ustedes; les quiero dar paz y no desgracia y un porvenir lleno de esperanza, palabra del Señor.” (Jer 29,11)

P. Shijo Kanjirathamkunnel, C.M.
Misión Internacional de Alaska
Traductor: P. Humberto, C.M.
Fuente: https://cmglobal.org/

Etiquetas: coronavirus

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