Hablando del elefante en la habitación…

por | Mar 19, 2020 | Formación, John Freund, Reflexiones | 0 comentarios

Esta no es la reflexión que tenía planeada para esta semana. Es una reflexión sobre el elefante en la sala de nuestras discusiones sobre la crisis del coronavirus (para evitar el uso de términos técnicos como epidemia o pandemia). Cómo se verán afectados los 500.000 indigentes que hay entre nosotros… y cómo eso afecta a cada uno de nosotros que tenemos la suerte de tener un hogar.

Nos engañamos a nosotros mismos con una visión miope de cómo me protejo a mí mismo, a mi familia, a mi negocio. Los que trabajan directamente con los sin techo están elevando un grito que todos debemos escuchar. Una búsqueda rápida con las palabras clave «sin techo» y «coronavirus» revelará la voz de muchos que sirven como la voz de los sin techo.

Los seguidores de san Vicente y santa Luisa están llamados a aceptar el desafío de imitar a Dios, que «escucha el grito de los pobres». Recientemente vimos los grandes esfuerzos de Vicente en favor de los sin techo. Sean cuales sean los desafíos que enfrente en su círculo, escuchemos los gritos de estos pobres hoy.

Los indigentes son gravemente vulnerables al coronavirus

Un blog líder en la educación de las personas sobre los muchos temas de la falta de hogar, Invisible People, nos permite entender los clamores de los sin techo. Lo siguiente representa lo más destacado de su post. Recomiendo encarecidamente que se informe.

Parece que el mundo entero está en pie de guerra en su lucha contra el virus. Pero, al protegernos sólo a nosotros mismos, hemos olvidado el principio que corona tanto la transmisión de enfermedades infecciosas como la resistencia de la humanidad: sólo somos tan fuertes como nuestros eslabones más débiles.

Explorando nuestro eslabón más débil

  • Condiciones de salud preexistentes
  • Productos y tratamientos médicos inaccesibles
  • Espacio reducido y escandalosas realidades de vivienda

Cómo los eslabones débiles corroen la cadena

Los indigentes pueden ser invisibles, pero no están aislados. Interactúan con docenas de personas todos los días dentro de la comunidad, desde otras personas sin hogar que acceden a los servicios públicos hasta el personal y los voluntarios que los atienden.

Todas las personas de la comunidad en general con las que interactúan las personas sin hogar tienen familias y amigos con los que vuelven a casa. La regla de los seis grados de separación no se aplica cuando se trata de brotes a nivel de la comunidad. Tres grados es todo lo que se necesita para que un brote se extienda de una subpoblación sin hogar a una población general alojada en circunstancias como estas.

Al no tener un espacio de vivienda privada, su existencia se restringe al espacio público. Cocinas populares, iglesias, centros comunitarios, bibliotecas, parques y recursos son donde los individuos se conectan con la población general. Y con la excepción del personal sanitario de primera línea, muchas de estas organizaciones comunitarias no cuentan con el equipo ni la información necesarios para prevenir y gestionar un brote, aunque hay algunos recursos excelentes que han adaptado las estrategias de salud pública al contexto de los refugios y que pueden ayudar a los trabajadores de primera línea.

Reformulando la crisis del COVID-19: una oportunidad para reforzar los eslabones débiles

Una ex enfermera que asistía en la calle, llamada Barb Craig, dijo una vez: si la primera persona con la infección del SARS [síndrome respiratorio vírico que apareció en 2003, n. del T. ] en el Canadá hubiera entrado en un hospital del centro de Toronto en lugar de un suburbio, la infección habría seguido un camino diferente y habría sido catastrófica para la población sin hogar.

Creo que también hubiera sido catastrófico para la población en general.

Las personas sin hogar son como las costuras de una colcha; pueden no ser explícitamente visibles, pero están tejidos intensamente en el tejido de nuestra sociedad. Los brotes como el coronavirus estiran el tejido de nuestra sociedad, probando la robustez de la red de seguridad social que hemos cosido.

Hay agujeros en el tejido de nuestra sociedad. Hay eslabones débiles en nuestra cadena.

Durante mucho tiempo, hemos descuidado reforzar estos eslabones débiles; hemos dado la espalda a las fallidas estructuras sociales que llevan a la gente a caer por las grietas.

En los espacios entre esos eslabones se encuentran las personas invisibles. Nuestra negligencia en protegerlas puede, al final, ser nuestra mayor caída. El COVID-19 es mortal, pero nuestra ignorancia también mata.

Usemos el brote de COVID-19 como una oportunidad para reiniciar nuestros circuitos mentales. Recordemos la lección que los indigentes y sus aliados han estado gritando durante mucho tiempo que la humanidad es más fuerte cuando reforzamos nuestros eslabones más débiles.

Gracias de nuevo a la gente de Invisible People por llamar nuestra atención sobre la suya.

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