Jer 17, 5-10; Sal 1; Lc 16, 19-31.
“Había un pobre cubierto de llagas…”
Todo el capítulo 16 de san Lucas es una advertencia de Jesús sobre el deseo del dinero. Con la parábola del hombre rico y el pobre Lázaro se hace evidente lo torcida que está la vida, en nuestro mundo no es descabellado ver esas dos realidades.
Una pésima interpretación de este evangelio nos ha llevado a justificar la miseria de los pobres, pensando que su verdadero bien es la vida futura. Esta parábola es una severa crítica a quien sigue pensando que en el reino caben ricos y pobres. En el momento en el que un rico cae en la cuenta de la verdadera necesidad humana, deja de ser rico porque se abre a compartir no sus bienes, sino su vida para que el otro deje esa condición de pobreza que lo deshumaniza. León Felipe sugería en un poema que “hay que librar al rico de la tiranía de su riqueza para que entre en el reino de los hombres, y hay que liberar al pobre porque debe entrar en ese reino también”.
Sin duda lo que está a la base de este evangelio es que Dios está con quien se acoge enteramente a él, quizá por eso la pobreza sea una imagen que representa esa condición, quizá la riqueza no abre espacios para acoger el don. Pensemos: ¿desde qué dinámicas buscamos a Dios?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Diác. Félix Armando González M. C.M.
Me parece muy buena reflexión
Gracias Elsita por compartir todos los días el evangelio