Jesús habla con nosotros y nos lo dice todo. Sacia a los que, hambrientos y sedientos de vida plena, están atentos a todo lo que él les dice.
La mujer samaritana no espera que Jesús le pida de beber y la atienda. Pero él la sorprende. No se comporta como sus compatriotas que no se muestran atentos a los samaritanos, a quienes toman por semipaganos. No desprecia a las mujeres ni a los samaritanos. Reconcilia, más bien, a hombres y mujeres. Y derriba el muro de enemistad entre pueblos; él es su paz (Ef 2, 14-16).
Y se sirve Jesús de lo que él y la samaritana tienen en común, es decir, la necesidad que tienen del agua. No importa que jos judíos y los samaritanos no compartan utensilios. Basta con tener sed él y ella. E indica él que la sed descubre un anhelo que ni múltiples maridos sacian. Solo Jesús da el agua que quita la sed: «El que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed».
Una cosa más que tienen en común Jesús y la samaritana es el culto. Indudablemente, no del mismo modo lo practican y le conocen al que adoran. Pero aclara Jesús que se resuelve el conflicto entre los judíos y los samaritanos. Pues introduce él un nuevo culto en Espíritu y verdad. Ya no es necesario ir a Jerusalén o a Garizín para estar atentos a Dios y darle culto. Esto lo podemos hacer dondequiera.
Lo que cuenta es cómo adorar nosotros a Dios y estar atentos a él.
La adoración en Espíritu y verdad significa, ante todo, reconocer que adoramos y oramos a nuestro Padre celestial. Adoramos e invocamos al que está cerca y se preocupa de nosotros. Solo desea él lo mejor para nosotros. Es compasivo, misericordioso, lento a la ira y no siempre está acusando (Sal 103).
De más está decir que es Padre también de todos los hombres. Así que desea lo mejor para los demás. Por eso, hace justicia a los oprimidos, los pobres, viudas, huérfanos y forasteros. Entonces, estar atentos nosotros a él es buscar su reino y su justicia. Y esto quiere decir procurar un mundo mejor para todos. En dicho mundo, se sacian los hambrientos y sedientos de justicia, amor y paz para todos.
Y esto significa también que los saciados están atentos a Pablo. Atento a Jesús, el Apóstol llega a entender que ya no hay judío ni griego, no hay hombre ni mujer (Gál 3, 28). En cierto modo, están atentos además a la exhortación de que asistamos a los pobres de todas las maneras, en sus necesidades espirituales y temporales (SV.ES XI:393).
Señor Jesucristo, prueba del amor del Padre, tu alimento es hacer su voluntad. Haz que estemos atentos a tus palabras y hagamos todo lo que nos dices. Así entraremos en comunión contigo, haremos la voluntad del Padre y quedaremos saciados.
15 Marzo 2020
Domingo 3º de Cuaresma (A)
Éx 17, 3-7; Rom 5, 1-2. 5-8; Jn 4, 5-42
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