Gen 2, 7-9; 3, 1-7; Sal 50; Rom 5, 12-19; Mt 4, 1-11.
“El Espíritu llevó a Jesús al desierto…”
Al iniciar el tiempo de la Cuaresma conviene siempre redescubrir el sentido que tiene la preparación cristiana para la celebración de la Pascua. El evangelio de este domingo nos presenta uno de los primeros momentos del ministerio de Jesús. El desierto es el espacio de la preparación, de poner la vida en sintonía, escuchar la voz de Dios en medio de la duda. El Espíritu lo ha empujado ahí para reiniciar el camino del pueblo de Israel –camino que inició en el desierto–, pero es en el desierto donde, bajo la apariencia del mal personificado, se hace evidente que Jesús tiene delante de sí dos caminos posibles para llevar a cabo su tarea: A través de un mesianismo cómodo, una vida de gloria y éxito. O por un camino que conlleva esfuerzos, sufrimiento y muerte.
Los cristianos de hoy vivimos bajo esa misma disyuntiva: el camino del éxito o el camino discreto de Dios. Este tiempo nos puede ayudar a vencer la tentación de lo fácil, un desierto para purificar nuestros deseos.
La Cuaresma nos recuerda que no hay reino sin esfuerzo, que no hay pascua sin pasión.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Diác. Félix Armando González M. C.M.
0 comentarios