“Les enseñaba muchas cosas con parábolas”
2 Sam 7, 4-17; Sal 88; Mc 4, 1-20.
Escuchamos hoy la parábola del sembrador y la explicación que de ella hace Jesús.
La Palabra es una semilla. Esa Palabra que está pronunciando Jesús, que quedó registrada en el Evangelio y que acabamos de leer o escuchar. Esa Palabra es una semilla que quiere ser acogida, cultivada, regada, para comenzar a brotar y crecer convirtiéndose en planta, en árbol, en bosque, en abundancia de frutos. Pero tiene que ser escuchada, meditada, entendida, acogida, aplicada a la vida, practicada. Es entonces cuando se manifiesta toda su fuerza transformadora. Como un árbol que crece poderoso y rompe el concreto que lo quiere contener. Como un prado de flores que pinta el desierto de colores con una sola lluvia, transformando el paisaje. Como el trigo, el maíz, el arroz, que se multiplican en infinidad de granos que sacian el hambre de los hombres.
Ésa es la Palabra y su fuerza. La Palabra de la verdad de Dios, Palabra que de vida, que muestra caminos nuevos, que responde las preguntas, que aconseja, que anima y entusiasma, que configura al hombre según el proyecto de Dios. Todo eso, y más, es la Palabra de Dios. Una semilla que puede hacer reverdecer la tierra que la acoge..
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
P. Silviano Calderón cm
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