“Entre ustedes hay alguien a quien no conocen”
1 Jn 2, 22-28; Sal 97; Jn 1, 19-28.
Así lo proclama la voz de Juan Bautista, una voz que grita en el desierto. Voz grave, profética, reveladora, que escuchamos como un llamado a profundizar en el verdadero significado de la Navidad que acabamos de celebrar.
¿Crees que Jesús sigue recostado en Belén? ¿Piensas que la Navidad ya pasó y que sólo fue un peligroso tiempo para tus niveles de glucosa y colesterol, a causa de tanta fiesta?
Pues hoy se levanta la voz firme del Bautista que nos recuerda: Jesús nació, creció, murió y resucitó, y hoy está junto a ti. Vivo y real, hambriento y sin trabajo, triste y solo, deprimido y enfermo… ¡Y no terminas de reconocerlo y de acogerlo!
La Navidad fue la irrupción definitiva de Jesús en la historia, y desde entonces es una presencia riquísima, multifacética, perenne. La Navidad abrió la puerta a la luz; y una vez que la luz entra, ¿cómo recogerla, cómo regresarla, cómo no verla?
¿No ves de cuántas formas Jesús vivo te acompaña? ¿No lo reconoces en tantas manos extendidas, necesitadas, en tantos abrazos y caricias? ¿Qué significa, entonces, la Navidad para ti?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
P. Silviano Calderón cm
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