Hermanos, Dios ha nacido sobre un pesebre. Aleluya.
2Sam 7, 1-5.8-12. 14. 16; Sal 88; Lc 1, 67-79.
Las últimas semanas nos hemos preparado para este día. Alabamos a Dios por sostenernos firmes y decididos a contracorriente del consumismo, que amenazaba con congelar nuestra alegría y esperanza.
Miremos y oremos el relato del Nacimiento de Jesús. José y María se registraron en el censo, no hubo privilegios para ellos, a pesar de la gran revelación y misión recibida de Dios por medio del ángel Gabriel. La hora del parto sucedió en la itinerancia y la marginación. El sobrecupo de la posada fue el pretexto, demasiado llena para recibir a los santos peregrinos. Jesús, envuelto en pañales y recostado en un pesebre; ese pesebre que podríamos considerar anticipo de su ofrenda en la mesa de la última cena y en la cruz.
Santa Luisa de Marillac escribió sus propósitos después de meditar el misterio del Nacimiento del Salvador: Honraré la paz que contemplo en el pesebre, confiada en que Dios no se niega a quien lo busca de verdad, admirando la divinidad en la infancia de Jesús e imitando cuanto pueda su santa humanidad, en especial su sencillez y caridad que le han mandado hacerse Niño para facilitar a sus creaturas el libre acceso a él. ¡Feliz Navidad!
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Sor Alicia Margarita Cortés H.C.
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