Ven Señor a liberarnos.
Jue 13, 2-7.24-25; Sal 70; Lc 1, 5-25.
El anuncio de la llegada de una nueva vida genera un abanico de emociones y experiencias; quienes tienen la dicha de ser padres o madres recordarán ese día, cuando recibieron la noticia; si bien no fue el ángel Gabriel, seguramente alguien los animó a no temer, a confiar en la fortaleza que viene de Dios.
La existencia de seres espirituales, que la Sagrada Escritura llama habitualmente ángeles, es una verdad de fe. Los ángeles son mensajeros de Dios que nos comunican la disposición divina de ayudarnos. Si oramos sobre nuestro nacimiento, consideremos que también fue algo anunciado. Nuestra vida no es solamente proceso biológico, somos únicos, cada uno a imagen y semejanza de Dios, llegamos al mundo para realizar una misión.
El Papa Francisco, en la exhortación apostólica Cristo Vive, nos dice que al ser llamados a la vida también somos llamados a la amistad con Dios, a la santidad. Esta vocación sitúa nuestra vida de cara al Dios que nos ama y nos permite entender que todo puede integrarse en un camino de respuesta al Señor, que tiene un precioso plan para nosotros. Somos mensaje y también mensajeros. Como pasó con Sansón, como pasó con Juan.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Sor Alicia Margarita Cortés H.C.
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