Se acerca la segunda quincena de diciembre y contemplamos a María que espe-ra gozosa el nacimiento de su Hijo y, al sentirle moverse en su seno, exclama ¡oh! Por eso, a la Virgen María de los últimos ocho días antes de dar a luz el pueblo la llama María de la O. Sin embargo, cuando mencionamos María de la O, a mucha gente le viene a la mente la copla española «María de la O, qué desgrasiaíta, gitana tú ere teniéndolo tó«, que popularizaron Marifé de Triana, Estrellita Castro, Concha Piquer y otras cantaoras; o la zarzuela de Gustavo Galarraga y Ernesto Lecuona, o las películas María de la O en las que cantaban Carmen Amaya, Pastora Imperio y Lola Flores, porque muchas mujeres han llevado el nombre de María de la O, como otras el de María del Carmen o María del Mar. María de la O es el título que la devoción popular ha dado a la Virgen María esperando el nacimiento de su Hijo Jesús.
Una fiesta desde el s.VII
Los padres del X Concilio de Toledo en el año 656, presidido por san Eugenio, vieron que todos los años no se puede celebrar con el esplendor que merece la Anunciación de la Santísima Virgen, al coincidir con el tiempo de Cuaresma o de Pascua. Por eso el Concilio «establece por especial decreto que el día octavo antes de la Natividad del Señor se tenga como celebérrimo y preclaro en honor de su santísima Madre». Y esta fiesta se llamó la Virgen de la Esperanza, refiriéndose a la Virgen embarazada, a la que le quedan apenas 8 días para dar a luz y está esperando con ilusión el nacimiento de su Hijo. Pero la devoción popular la llamó María de la O, porque en Adviento, desde el día 17 hasta el 23 de diciembre, las antífonas al Magnificat del oficio de Vísperas empiezan por la admiración “Oh”, como la exclamación que da María esperando el nacimiento de su hijo:
- Oh Sapientia = Oh sabiduría
- Oh Adonai = Oh Señor poderoso (en hebreo)
- Oh Radix = Oh raíz (renuevo de Jesé, padre de David)
- Oh Clavis = Oh llave (de David)
- Oh Oriens = Oh oriente (sol, luz)
- Oh Rex = Oh Rey (Cristo)
- Oh Emmanuel = Oh Dios-con-nosotros.
Leídas en sentido inverso las iniciales latinas de la primera palabra después de la exclamación «Oh», dan el acróstico «ero cras», que significa «estaré mañana, vendré mañana», que es como la respuesta del Mesías a la súplica de los fieles ven Señor.
El benedictino Romualdo Mª Díaz Carbonell dice que el título concreto de «Expectación del Parto» para esta fiesta se lo dio el obispo de Toledo, san Ildefonso, famoso por su devoción mariana. La insistencia es siempre la expectación y el asombro por la venida del Salvador.
«Si todos los santos del Antiguo Testamento —escribe el padre Giry en Les petits Bollandistes (t. 14 p. 373)— desearon con ardor la aparición del Salvador del mundo, ¿qué deseos no serían los de Aquella que había sido elegida para ser su Madre, que conocía mejor que ninguna otra criatura la necesidad que tenia la humanidad, la excelencia de su persona, los frutos incomparables que debía producir en la tierra y la fe y la caridad, que sobrepasan las de todos los patriarcas y profetas? Fue tan grande el deseo de la Santísima Virgen, que nosotros no tenemos palabras para expresar su mérito. Y tampoco podemos concebir cuál fue su gozo cuando vio que sus deseos y los de todos los siglos y todos los hombres iban a realizarse en Ella y por Ella, ya que iba a dar a luz la esperanza de todas las naciones, Aquel sobre quien se fijaban los ojos de todos en el cielo y en la tierra y miraban como a su libertador.»
Para nosotros, que esperamos el nacimiento del Hijo de la Virgen María, es ocasión para meditar que también Jesús emigró a nuestra tierra desde el seno de la Trinidad y exclamar ¡Oh!, cuando le recibimos o le contemplamos en la Eucaristía como a un “Emigrante” olvidado.
P. Benito Martínez, C.M.
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