Los que esperan en el Señor, renuevan sus fuerzas.
Is 40, 25-31; Sal 102; Mt 11, 28-30.
El proceso rejuvenecedor del águila dura alrededor de cinco meses; durante ese tiempo habrá de aislarse para cambiar de pico, garras y plumas; un proceso doloroso de desprendimiento que al final le permitirá ejecutar su vuelo de renovación. ¿Qué picos, garras y plumas necesitamos quitarnos para emprender un vuelo renovador?
Estamos en una época en la que nos vamos acostumbrando a dar o recibir agresiones; ver el efecto de las irresponsabilidades que se explican o justifican sólo con decir: “es el estrés”. Las enfermedades, esas cuyos nombres terminan en “itis”, están emparentadas con la inquietud, la angustia, el agobio y la tristeza que rondan nuestro corazón, pensamientos, acciones o reacciones. Jesús, que conoce el corazón humano, nos invita sencillamente a detenernos, a volver la mirada, el corazón y la voluntad a Él. Si respondemos a su llamado iremos a lo esencial y auténtico: aprender de Él, descansar en Él.
¿Cómo será eso? ¿Nos atrevemos a confiarle nuestro mayor agobio? San Vicente escribió que si abunda la caridad, la fatiga será dulce y todo trabajo resultará fácil.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Sor Alicia Margarita Cortés H.C.
0 comentarios