Feliz el que pone su esperanza en el Señor, su Dios.
Is 11, 1-10; Sal 71; Rom 15, 4-9; Mt 3, 1-1.
Un cuadro de esperanza, lleno de color, nos ofrecen San Pablo, Isaías y Juan Bautista.
La primera pincelada: sabemos que en la perseverancia y consuelo de las Escrituras hallamos esperanza. ¡Felices nosotros que nos acercamos a la Palabra de Dios!
Una segunda pincelada es la contraseña del Espíritu Santo: que el pobre viva, que el pobre coma, celebre, goce de justicia, atención. El tercer toque de color lo encontramos en la triple llamada al arrepentimiento, una cualidad con pocos “likes” en nuestra época, pero grabada por el Espíritu en lo profundo del corazón humano.
Hagamos memoria: ¿Cuándo fue la última vez que me descubrí arrepentido, arrepentida? ¿Qué hice después? ¿Pedí perdón? ¿Reparé el daño? ¿Qué hice cuando alguien me pidió perdón? El arrepentimiento cristiano es la sana incomodidad que causa el Espíritu Santo ante la vanidad, los chismes, la discordia; la inquietud cuando vemos a los pobres sin lo necesario para vivir; el dolor ante el crecimiento de la violencia.
Pongamos nuestro toque de color para que el conocimiento del Señor llene nuestro mundo y desplace lo que nos deshumaniza.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Sor Alicia Margarita Cortés H.C.
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