Jesús es la palabra que nos sana.
Is 4, 2-6; Sal 121; Mt 8, 5-11.
Si la palabra de Dios marca el ritmo de nuestro camino de adviento, encontraremos señales claras para llegar al encuentro con Jesús, como le pasó al oficial romano del evangelio de hoy. Veamos qué podemos descubrir:
Cuando Jesús llegó a Cafarnaúm se le acercó el oficial romano. Eso es, acercarse a Jesús, acortar distancias. ¿Cómo puedo acercarme más a Jesús, decidirme a buscarlo? ¿Qué me detiene?
El oficial suplicó a Jesús. ¿Podemos imaginar el respeto y la suavidad de esa súplica?
Luego viene un diálogo: Al oficial, le importa su criado paralítico que sufre terriblemente, es una súplica de intercesión ¿Cómo es nuestra oración? A Jesús, le importamos todos: el criado que sufre, el extranjero romano que suplica, sus paisanos que no tienen tanta fe y nosotros que deseamos recibirle con todo el corazón.
Aquel oficial nos regala, casi sin darse cuenta, una parábola sobre la fuerza sanadora de la palabra de Jesús ante el mal que hace sufrir. La salvación que Jesús ofrece no depende de nuestra indignidad. Él está a la puerta de nuestra vida esperando que nos acerquemos confiadamente.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Sor Alicia Margarita Cortés H.C.
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