Ya desde la primera vez que se participa en una reunión vicenciana, se percibe un impacto positivo. Luego, tras la visita domiciliaria, es «amor a primera vista». Así es como todos hemos conocido el carisma vicentino y los principios de funcionamiento de la Sociedad de San Vicente de Paúl. Desde aquella fecha —que estoy seguro de que todos los consocios recuerdan— hasta el día de hoy, una cosa podemos afirmar categóricamente: estamos apasionados con el trabajo vicentino y entusiasmados con esta obra de inspiración divina.
Entre los innumerables factores que nos atraen a optar por ser vicentinos en vez de otros movimientos, servicios y equipos pastorales de la Iglesia Católica, podemos citar cinco elementos fundamentales de nuestra fascinación y entusiasmo: el servicio al prójimo, el ambiente familiar de la Conferencia, el crecimiento espiritual como cristianos, la práctica de la evangelización y de la fe, y la construcción de una sociedad más justa e igualitaria. Son razones que, ya por sí solas, muestran la razón de tanta dedicación y aprecio hacia la Sociedad de San Vicente de Paúl.
La primera cuestión que nos movió a ser vicentinos es el valor del servicio al prójimo. En el momento actualidad, cuando las personas parecen están más preocupadas de sí mismas que de otros asuntos, el ocuparse del servicio caritativo junto a los que sufren es casi algo milagroso. Los pobres nos reciben en sus casas, nos abrazan y comparten con nosotros sus pesares. ¿No es increíble? Entramos en los hogares de personas desconocidas que nos retribuyen con amor y cariño. Así, el servicio al pobre es el combustible del vicentino y la alegría de sus corazones. ¡Cómo no enamorarse de esto!
El segundo elemento tiene que ver con la Conferencia, que es una familia. En ella encontramos verdaderos amigos, fieles, leales y en sintonía completa con los valores propios: las virtudes vicentinas, el deseo de transformar el mundo y la voluntad en acertar siempre. ¿Cómo quedar indiferente a tanto estímulo, amistad y complicidad? Es imposible no enamorarse de la Conferencia, y estar feliz con cada consocio, pues cada uno de ellos aporta mucho a nuestras vidas.
El tercer aspecto que nos fascina en la Sociedad de San Vicente de Paúl es la oportunidad que Dios nos regala de crecer espiritual, personal y hasta profesionalmente. Es un honor y un privilegio ser vicentino, participar en los eventos religiosos y convertirse en una persona mejor, un padre mejor, un hijo mejor, un esposo mejor. El perfeccionamiento espiritual que conseguimos también añade otros talentos y virtudes que moldean nuestro carácter. Por eso, es inconcebible no enamorarse de esa obra de Dios llamada Sociedad de San Vicente de Paúl.
El cuarto motivo de «loca pasión» por la Sociedad de San Vicente de Paúl es el hecho de que podemos practicar la bella fe católica en todos los aspectos de nuestras vidas. Al meditar la Palabra, al hablar de Cristo durante las visitas, al participar en un retiro espiritual o al defender los sacramentos, el vicentino se acerca cada vez más a la Iglesia y, por tanto, más a Dios. Y cuanto más cerca de la misericordia de Dios estamos, también nos hallamos más firmes en la fe. Por eso, nos enamoramos de Cristo en el pobre, pues sabemos que, en el pobre, vemos a Cristo.
Por último, el quinto elemento de nuestro entusiasmo reside en el hecho de que buscamos la transformación del mundo y la construcción de una sociedad mejor. ¿De qué sirve tener casa, coche, empleo, salud y educación, si mi prójimo carece de todo eso y vive con baja autoestima? Solo vale ser vicentino si nuestro mayor objetivo es el cambio de las estructuras nefastas que lastiman a los hijos de Dios y causan conflicto, dolor y alienación. Estamos obsesionados por alcanzar esa meta y, por eso, apasionados por el prójimo.
Pero de nada sirve estar fascinados y entusiasmados por la Sociedad de San Vicente de Paúl si no sabemos llevar ese don de Dios a otras personas. Tenemos que entusiasmar a otras personas y a la comunidad, que ellos también digan, al mirar a los vicentinos: Mirad qué felices son. Ved qué bueno es ser vicentino. Podemos reclutar a más miembros con nuestro ejemplo de vida y actitud.
Renato Lima de Oliveira
16º Presidente General de la Sociedad de San Vicente de Paúl
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