La Medalla con Fe aún es milagrosa

por | Nov 15, 2019 | Benito Martínez, Espiritualidad y práctica espiritual, Formación | 0 comentarios

La Medalla y las Apariciones

En 1853 Rusia quiso apoderarse de la Península de Crimea en el Mar Negro para tener una salida al Mediterráneo y envió sus ejércitos contra Turquía, la dueña de Crimea. Pero Gran Bretaña y Francia enviaron también sus ejércitos para defender a Turquía. Fueron batallas duras y hubo muchos heridos por ambas partes. El gobierno francés, pidió a las Hijas de la Caridad que fueran a Crimea a atender a los heridos de su ejército. Las Hermanas daban a los heridos una medalla de la Virgen con las manos extendidas llenas de rayos. Y los heridos comenzaron a curarse de tal manera que todos los soldados pedían a las Hermanas la Medalla que hacía milagros, y desde entonces se la conoce como la Medalla Milagrosa. La medalla conoció de inmediato una difusión prodigiosa. Las innumerables gracias de conversión y de curación que se obtuvieron obligaron el Arzobispo de París, Monseñor Quelen a ordenar una investigación oficial sobre la Medalla de rue du Bac, con esta conclusión: “La extraordinaria rapidez con la que esta medalla se ha propagado, el número prodigioso de medallas que se han acuñado y difundido, los beneficios impresionantes y las gracias singulares que ha logrado la confianza de los fieles, parecen en realidad signos de que el cielo quería confirmar la verdad de las apariciones tal como las cuenta la vidente y la difusión de la medalla”. En 1846, tras la conversión asombrosa del judío Alfonso Ratisbona, el Papa Gregorio XVI confirmó con toda su autoridad las conclusiones del arzobispo de París.

El Concilio Vaticano I había prohibido nuevas advocaciones de la Virgen María, si la vidente no se presentaba ante un tribunal eclesiástico que atestiguara su origen divino. Pero el P. Aladel no quiso que se presentara ante este tribunal, porque sabía lo duro que era (La visión que tuvo Ratisbona de la Virgen Milagrosa en la Iglesia de Roma, San Andrés delle Fratte, sí fue reconocida por la Santa Sede porque Ratisbona se presentó para testificar en el proceso que se abrió). Acudió al arzobispo de París, Mons. Quelen y convinieron en modificar la figura de la Virgen, para que no se prohibiera la Medalla como una nueva invocación o devoción. E idearon poner la figura de la Inmaculada tal como se representaba en Francia con los brazos extendidos hacia abajo y como un siglo antes la había esculpido Edmé Bouchardon para la Iglesia de San Sulpicio, cerca de rue du Bac, pero añadiéndole unos rayos que salían de sus manos, y llamándola la Medalla de la Inmaculada Concepción. Esta representación iba, además, más con el gusto del orfebre que veía dificultad en representar en una medalla plana la posición de la Virgen con el globo. La medalla se propagó por todo el mundo. Es la Medalla más extendida. De ella se han repartido miles de millones. La gente la pedía, porque conocían los prodigios que hacía. También Ozanam llevaba una medalla de un lado San Bruno y del otro, la Virgen Milagrosa con la invocación: “Oh María sin pecado concebida, ruega por nosotros que acudimos a ti”.

Cuando se la presentaron a santa Catalina, dijo que esa no era la Virgen que se le había aparecido, que a ella se le había aparecido la Virgen del globo. Y al preguntarle qué se hacía con la Medalla de los rayos, respondió que no se la tocara, pues estaba haciendo mucho bien. Por eso la Virgen insistía tanto a santa Catalina que se hiciera un altar a la Virgen del globo. Quería ser la Reina del mundo, la Madre de la humanidad, verdad que simbolizaba mejor la Virgen con el mundo en sus manos.

La misma vidente, la Hija de la Caridad santa Catalina Labouré, cuenta que en la tarde del 27 de noviembre de 1830 estaba haciendo oración en la capilla, cuando se le apareció la Virgen María de pie sobre un globo con una serpiente a la que María pisaba la cabeza. Es la serpiente del mal, xenofobias a los migrantes, tráfico de niños y mujeres, abusos sexuales, violencia doméstica, atentados, tan comunes entonces como ahora, y que la Virgen quiere extirpar. María tenía en sus manos otro globo que también representaba al mundo, pero iluminado por la luz que salía de sus dedos. Era el mundo sin males ni sufrimientos, lleno de luz y bienestar. Rodeando la imagen había una invocación: ¡Oh María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que acudimos a ti! La imagen giró como una medalla y en el reverso había una cruz sobre la letra M. Debajo, dos corazones, uno atravesado por una espada y el otro con una corona de espinas, y todo rodeado por doce estrellas. Santa Catalina oyó una voz en su interior que le decía: Haz acuñar una medalla según este modelo. Quien la lleve con fe recibirá gracias abundantes. Los rayos que salen de mis dedos son las gracias que doy a quienes me las piden.

Hay un parecido tremendo entre la Compañía que fundaron san Vicente de Paúl y santa Luisa de Marillac y la Medalla Milagrosa. La Compañía recibió del pueblo el nombre de Hijas de la Caridad, como también fue el pueblo quien bautizó la Medalla con el nombre de Milagrosa. Las Hijas de la Caridad nunca fueron aprobadas expresa y directamente por la Santa Sede, sino en 1668 por el cardenal de Vendôme, Legado a latere en Francia, pero Roma seguramente ni se enteró. Tampoco las Apariciones de la Milagrosa ni la Medalla Milagrosa ni la Fiesta de la Milagrosa han sido reconocidas expresamente por la Santa Sede, tan sólo han sido permitidas; por eso la Fiesta de la Milagrosa, a pesar de estar tan extendida no ha pasado al Calendario Litúrgico Universal. Más aún, en 1836 la Santa Sede prohibió una estatua de la Virgen Milagrosa, porque la Inmaculada nunca se la había representado con rayos, y por ello hubo que quitar la Imagen de María Milagrosa del altar de los PP. Paúles de Nápoles. Así mismo, la Sagrada Congregación de Ritos prohibió una imagen de la Virgen del globo en 1881, y sólo por intervención del obispo paúl, Mons. Thiel de Costa Rica, el Papa León XIII levantó la prohibición en 1885, pero recalcando que se prohibía hacer mención que era representación de las Apariciones que había tenido Catalina Labouré.

La aparición en la noche del 18 al 19 de julio

Sin embargo, no propagamos tanto la otra aparición en la noche del 18 al 19 de julio de 1830, cuando la Virgen María despertó a santa Catalina por medio de un ángel para que bajara a la capilla y allí estuvieron hablando dos horas Madre e hija. María se presenta entristecida, con los ojos bañados en lágrimas, y le descubre a su hija las desgracias que van a caer sobre los hombres y los remedios para evitarlo. También hoy la serpiente del mal parece asfixiar el mundo: inundaciones, incendios, atentados, paro, migrantes a los que el hambre lleva a morir en el mar. Ni los gobiernos ni los políticos ni los científicos son capaces de encontrar soluciones a tantos males. Sólo queda confiar en Dios y en María, Madre de los hombres, pues parece que sólo una intervención divina, un milagro, puede enderezar este planeta.

Santa Catalina tuvo una visión corporal de la Santísima Virgen por una gracia extraordinaria. Algunos dicen que no fue una presencia real de la Virgen María, sino que Dios milagrosamente impresionó en su mente mientras dormía la escena con la Virgen María. Pero otros, afirman que no fue nada imaginativo, un ángel la despertó para que fuera a la capilla a hablar con la Virgen. La santa dice que se levantó, se vistió, caminó y puso las manos sobre las rodillas de la Virgen María, volvió a la cama y aún despierta oyó dar la dos de la madrugada y ya no pudo dormirse. Es excepcional y no hay otra aparición de la Virgen en la Historia de la Iglesia en que hubiera un contacto físico. Pero para Dios nada hay imposible.

Es difícil comprender estas apariciones de la Virgen porque la ciencia no sabe explicarlas y las tiene como leyendas, mitos o cuentos inventados por una neurótica. Las apariciones pre­suponen la existencia de otro mundo, otros seres espirituales, capaces de entrar en contacto con este mundo, con nosotros, en una comunica­ción personal que no pueden demostrar los medios físicos. No se trata de ovnis o extraterrestres. Todos ellos serían seres materiales, y no de un mundo espiritual que no puede ser detectado por la ciencia humana ni por instrumentos materiales.

Sin embargo, la ciencia moderna seriamente fundamentada nada tiene que decir contra las apariciones de la Virgen Milagrosa, tal como las ha admitido la Iglesia católica. Nada hay contra la posibilidad de que la Virgen se comunicara con santa Catalina de una forma visual y hablara con ella para darle un mensaje de ayuda a la humanidad. La Iglesia antes de permitir su devoción analizó la personalidad de la joven Catalina Labouré y los sicólogos declararon que tenía una personalidad totalmente normal, inteligente, serena y firme. Por otra parte, la gente veía que había coherencia entre lo que decía la santa y lo que vivía de acuerdo con el mensaje que le dio la Virgen.

Después de un detenido examen por científicos y teólogos, los Obispos y el Sumo Pontífice, viendo que no había nada contra el evangelio ni contra la razón, permitieron la Medalla como. La Santa Sede al permitir el culto a la Virgen Milagrosa aclara que esas Apariciones pueden ser creídas piadosamente, porque hay testimonios y argumentos que indican que fueron apariciones sobrenaturales, pero sólo con fe humana y dentro de la piedad. No son Palabra de Dios revelada en la Sagrada Escritura o en la Tradición que exija fe divina. El Papa es tajante en este punto: “ni se les debe, ni se les puede otorgar un asentimiento de fe católica”, como se le al ha­blar definitivo de Dios por su Hijo Jesucristo referido al misterio de salvación de la Humanidad. Pero el Papa también dice que para no creer en estas Apariciones hay que tener argumentos serios.

La Medalla Milagrosa

En estas apariciones hay que distinguir la aparición de la Virgen y el mensaje que la Virgen pretendía dar a los hombres de vivir en justicia, amor y paz, llevando una medalla que el pueblo llamó Milagrosa por los milagros que hacía. Pero le pone tres condiciones: llevar la Medalla con fe, rezar la jaculatoria ¡Oh María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que acudimos a ti! Y acudir al altar donde está su Hijo Jesús.

La Medalla Milagrosa tiene actualidad, si la llevamos con fe y no como un amuleto mágico. La Medalla ni es un amuleto ni tiene nada de magia. Lo que hace el milagro es la fe, la confianza en el poder que Dios da a su Madre para que nos ayude, como dijo Jesús: Si tuvierais fe diríais a este monte trasládate al mar e iría.

La Medalla no es una antigualla, fruto de una piedad infantil, como tampoco lo es llevar la insignia de un Club de Futbol o de una sociedad civil. La Medalla es el carnet que acredita que pertenecemos al Equipo de María, es la insignia de un club, donde todos somos hermanos. Es el signo de solidaridad y de unión de la humanidad en busca de la paz y, si no nos da la paz, acaso sea porque llevamos la Medalla solo como un adorno. La Medalla indica que quienes la llevamos, pertenecemos al Reino de Dios, cuya Reina es la Virgen del globo, y trabajamos por la solidaridad de toda la humanidad, pero en especial de todos los asociados solidarios entre ellos, porque todos los que la llevan tienen que sentirse atados por la cadena de la Medalla y con ver que otro lleva la Medalla y necesita nuestra ayuda, se la damos de inmediato. Quien lleva la Medalla Milagrosa está confesando que es hijo de la Virgen María. La Medalla es el apellido que se pone para indicar que pertenece a la familia de la Virgen Milagrosa.

Llevar la Medalla Milagrosa es una plegaria continua a María, pidiéndole ayuda con la jaculatoria ¡Oh, María sin pecado, ruega por nosotros que acudimos a ti! Es un modo sencillo de evangelizar, porque el mundo ya no cree en la existencia de Dios ni que haya otra vida feliz en el más allá. La única felicidad -dicen- está aquí y hay que luchar por alcanzarla en esta vida, aunque sea atropellando a los demás.

Pero también se lleva la Medalla para conmemorar la visita que la Virgen hizo a Santa Catalina Labouré, preocupada por los sufrimientos de sus hijos en la tierra. La Medalla da confianza en uno mismo y en los demás para trabajar por el Reino de Dios entre los pobres, dando sentido a la vida y un objetivo por el que vale la pena vivir: Instaurar el Reino de Dios en este mundo, viviendo la compasión y la justicia.

María había pedido a santa Catalina que se fundara una Asociación de jóvenes, llamadas de Hijas de María, que hoy está floreciente con el nombre de JMV. Otra Hija de la Caridad, Sor Milcent, convocó a estas muchachas, costureras, sirvientas y dependientas, a luchar por la justicia social hasta crear el primer sindicato femenino en Francia; y lograron que en el ayuntamiento de Paris y en el gobierno francés hubiera en el departamento de asuntos sociales una joven de ese Sindicato. Fue duro, pero trabajaron en poner un poco de justicia para implantar el Reino de Dios en el mundo.

Lourdes y el dogma de la Inmaculada Concepción

Las apariciones en la Capilla de la Rue du Bac, prepararon el gran acontecimiento de Lourdes. “La Señora de la Gruta se me ha aparecido como está representada en la Medalla Milagrosa”, dijo santa Bernadette que también llevaba la Medalla Milagrosa.

La invocación de la medalla: “Oh María sin pecado concebida, ruega por nosotros que acudimos a ti”, difundida por el mundo entero, contribuyó al gran movimiento de fe que animó al Papa Pío IX a definir, en 1854, el dogma de la Inmaculada Concepción. Y cuatro años más tarde, la aparición de Lourdes confirmaba esta definición.

Con ocasión del centenario de esta definición, en 1954, la Santa Sede hizo acuñar una medalla conmemorativa. En el reverso, la imagen de la Medalla Milagrosa y la gruta de Lourdes, estrechamente asociadas, subrayó el vínculo entre las dos apariciones de la Virgen con la definición de la Inmaculada Concepción.

P. Benito Martínez, C.M.

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