”Los cielos proclaman la gloria de Dios“
Sab 13, 1-9; Sal 18; Lc 17, 26-37.
“El que pretenda guardar su vida la perderá; y el que la pierda la recobrará”. De esta manera Jesús describe su propio camino que, a través de la cruz, lo llevará a la resurrección. Describe así la esencia del amor y de la existencia humana en general.
La mentalidad del mundo nos ofrece el camino de salvar la vida: el tener, el aparecer, el triunfar sobre otros. ¿Qué significa entonces perder la vida? Los mártires son el máximo ejemplo. Conocemos a algunos, pero sabemos que los que han sacrificado la vida por permanecer fieles a Jesucristo son una multitud inmensa de hombres y mujeres. El Papa Francisco ha llegado a afirmar que hoy existen más mártires ejecutados por no negar a Jesucristo, que en los primeros siglos de la Iglesia. Este es un tipo de martirio excepcional y existe otro, el de todos los días. El realizar el propio deber con amor, según el ejemplo de Jesús, ejemplo de don, de sacrificio.
Probemos a perder la vida, a no tener la razón en todo, a no imponer los propios gustos sino sacrificar algo, dar alegría al otro. Seguro sentiremos que el que pierde gana. Gana la felicidad auténtica, la que da el vivir sin egoísmos, en fidelidad al amor y amistad de Dios.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Sor Carolina Flores H.C.
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