“Que todos los pueblos aclamen al Señor”
Rom 15, 14-21; Sal 97; Lc 16, 1-8.
Una parábola que encontramos sólo en el texto evangélico de Lucas es la historia del administrador astuto, y habla por sí sola. Esta historia de corrupción termina con una muestra de admiración por el actuar del empleado deshonesto, no por el robo cometido, sino por su manera astuta de enfrentar la situación, ejemplo para los hijos de la luz.
Recordemos estas palabras de San Pablo:
“No sigan la corriente del mundo en que vivimos, más bien transfórmense por la renovación de su mente. Así sabrán ver cuál es la voluntad de Dios, lo que es bueno, lo que le agrada, lo que es perfecto” (Rm 12, 2).
Palabras en armonía con el criterio que San Vicente de Paúl nos propuso: “Cada uno tiene que tender a asemejarse a Nuestro señor, a apartarse de las máximas del mundo, a seguir con el afecto y en la práctica los ejemplos del Hijo de Dios” (XI, 415).
Si Jesucristo es para nosotros el valor más importante ¿No deberíamos comportarnos con más sagacidad usando los criterios del Reino y no los de este mundo?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Sor Carolina Flores H.C.
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