La modernidad líquida y el compromiso vicentino

por | Nov 4, 2019 | Formación, Reflexiones, Sociedad de San Vicente de Paúl | 0 comentarios

Para ser vicentino es necesario ejercitar algunas posturas muy comunes en las actividades de voluntariado, como son: disponibilidad de tiempo, prestación de servicio a las personas más necesitadas y trabajo no remunerado, entre otras tantas características. Este compromiso es algo fundamental para mantener viva la llama vicentina y, sobre todo, fortalecer el trabajo socio-espiritual que realizamos.

Con todo, la sociedad civil es bastante compleja y egoísta, muy materialista y fuertemente alienada. Por todo esto, es cada vez más difícil conseguir que personas voluntarias ingresen en la Sociedad de San Vicente de Paúl. Ser vicentino significa estar intensamente comprometido con el prójimo.

Vivimos en una «modernidad líquida», como dijo el sociólogo polaco Zugmunt Bauman. Según él, la sociedad es fluida y, por decirlo así, líquida: va de un lado a otro, no tiene un formato definido. La forman personas que, de vez en cuando, participan de alguna manifestación por las calles, hacen un «activismo de sofá» por Internet, incluso son combativos durante las campañas electorales. Pero, en realidad, no poseen una «serenidad constante» que les permita participar de una entidad social de manera efectiva. En general, están insatisfechos con todo y con todos.

La sociedad líquida choca de frente con la dedicación, el compromiso y la fidelidad de un vicentino en la lucha contra la pobreza, la miseria, las desigualdades y las injusticias. Puede incluso ir contra algunos principios de la Iglesia y del marco legal de un país.

Por otro lado, las personas que forman la «modernidad líquida» son muy críticas, y pueden ayudar mucho en el perfeccionamiento de las acciones emprendidas en el seno de la Sociedad de San Vicente de Paúl. Por ejemplo, la sociedad líquida es más dada a aspectos virtuales, digitales, transparentes y eficientes. De esta forma, una Conferencia Vicentina puede ser considerada, por esa generación, como una iniciativa excesivamente conservadora, cerrada, con resultados lentos y poco abierta al diálogo.

Por supuesto, sabemos que nuestra hermosa Sociedad de San Vicente de Paúl no es así; pero no podemos negar que, a veces, dependiendo del lugar, de la cultura y de la composición de los miembros de las Conferencias, es posible que nuestra Sociedad no pueda atraer adecuadamente a los miembros de esa «sociedad líquida». No defiendo en esta crónica que cambiemos nuestra forma de actuar. ¡No! Pero no cuesta nada adaptarse o al menos escuchar los anhelos de ese grupo de jóvenes que ocupan las calles y las redes sociales, haciendo mucho barullo.

¡Qué bueno sería si ellos también «hiciesen ruido» defendiendo a los más humildes dentro de una Conferencia! ¡Qué bueno sería si esa sociedad líquida, con todas sus limitaciones y sinsabores, tuviese espacio en la Sociedad de San Vicente de Paúl para poder analizar críticamente la manera de actuar de los consocios, indicando fallos y sugiriendo mejoras!

En el caso de la juventud, generalmente contestadora por naturaleza, es común que los más ancianos hagan comentarios (algo irónicos, incluso en ocasiones con prejuicios) sobre el carácter voluble de la juventud, colocando esa característica como un aspecto negativo. ¿Realmente ser contestatario es un aspecto negativo? ¿Acaso no fue precisamente en momentos de fuerte contestación social cuando las naciones evolucionaron y se desarrollaron? ¿Nunca fuimos jóvenes?

Por lo tanto, no podemos ver con malos ojos la forma de ser de las personas que integran la «modernidad líquida» de Bauman, pues, de hecho, es la realidad de nuestra sociedad. Las Conferencias necesitan estar atentas a ese fenómeno antropológico y, quizás, a nuestra manera, acoger a los representantes de esa corriente dentro de nuestra sociedad, aunque puedan ocurrir algunos roces.

No podemos transformar la Sociedad de San Vicente de Paúl en un club cerrado, en el que solo nosotros disfrutemos de los beneficios espirituales y materiales que abundantemente recibimos de Dios. Tenemos que abrirnos al «nuevo», al «contestador», al «diferente», sin miedo a recibir críticas. Hay que conciliar las tendencias de la sociedad moderna sin, con todo, romper con el espíritu primitivo que unió a los cofundadores que idearon la Sociedad de San Vicente de Paúl. ¡Que la modernidad líquida, con sus imperfecciones, renueve la Sociedad de San Vicente de Paúl!

Renato Lima de Oliveira
16º Presidente General de la Sociedad de San Vicente de Paúl

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