“Vayamos con alegría al encuentro del Señor”
Dn 12, 1-3; Sal 121; 2 Cor 5, 1. 6-10; Jn 12, 23-28.
¿Quién no ha tenido la experiencia de la muerte de alguno de nuestros seres queridos? Los que vamos siendo mayores también tenemos la experiencia de que nuestra vida se va desgastando y va muriendo.
Todos sentimos dentro de nosotros que no queremos morir, afirmamos la vida y rechazamos la muerte. Dios sabe nuestro anhelo de vida. La resurrección de Jesús es la garantía de que nuestro grito ha sido escuchado y la muerte viene a darnos la plenitud de la vida. Recordemos las palabras de Jesús: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda solo; pero si muere da mucho fruto”.
La conmemoración de este día es una oportunidad para decir a nuestros seres queridos ausentes que los seguimos amando, que los confiamos a la misericordia de Dios, que Él los ama más que cualquiera de nosotros. Y para los que estamos vivos es la oportunidad de que nuestra fe crezca con la seguridad de las palabras de Jesús: “Donde yo esté, allí estará el que me sirve”. Recordemos a San Vicente: “Nuestra vida tiene que estar oculta en Jesucristo y llena de Jesucristo, y para morir como Jesucristo, hay que vivir como Jesucristo”.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Sor Carolina Flores H.C.
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