«La puerta es estrecha»
Rom 8, 26-30; Sal 12; Lc 13, 22-30.
El pasaje evangélico habla del esfuerzo que se requiere para entrar en el reino. En efecto la entrada requiere de nuestra participación activa: tocar la puerta de noche para obtener el pan (Lc 11, 5-8); orar con insistencia para recibir el Espíritu (Lc 11, 9-13).
Para entrar por la puerta estrecha es necesario dejar de ver nuestra limitación y voltear a la misericordia de Dios, aceptando su gracia como fuente de vida nueva. Se trata de dejar el mal que hacemos y poner en práctica el bien que quiere el Señor. Así viviremos en alegría continua.
La puerta es Jesús. Por medio de Él todos somos salvados. Todos podemos entrar. El único boleto es sentir la necesidad de Dios y recibir su amor infinito. Nadie se salva por méritos propios.
El tiempo presente es el año de gracia que Dios nos ha otorgado para convertirnos de la injusticia a su gracia. La puerta es declarada estrecha porque la seguridad en uno mismo y la presunción de ser justo no pueden pasar. Deben quedarse afuera.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Antonio G. Escobedo Hernández C.M.
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