“¿Acaso eran más pecadores que los demás?”
Rom 8, 1-11; Sal 23; Lc 13, 1-9.
Jesús habla, en el pasaje del evangelio de hoy, de dos situaciones trágicas: una que fue provocada por Pilato y otra que fue consecuencia de un accidente. Ante estas situaciones, Jesús pregunta: ¿murieron porque eran más pecadores? La respuesta es negativa: no murieron por su pecado.
De estos acontecimientos lamentables Jesús obtiene dos enseñanzas. La primera: la muerte no llega como consecuencia de un castigo por haber pecado. La segunda: el pecado tiene como consecuencia un destino fatal que atañe la condenación futura. En efecto, rechazar la conversión propuesta por Jesús llevará a la perdición. Éste es el verdadero castigo.
Debemos recordar que la conversión, antes que nada, es un regalo de Dios (Hch 5, 31; 11, 18). La conversión, en sintonía con el énfasis profético, resalta el regreso de los hombres a su Señor. La conversión que pide Jesús sobrepasa las cuestiones morales. Dejar los pecados es insuficiente porque la verdadera conversión lleva a reconocer a Jesús como Señor y a adherirse plenamente a Él.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Antonio G. Escobedo Hernández C.M.
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