“Estén preparados”
Rom 5, 12. 16-21; Sal 39; Lc 12, 35-38.
La persona se convierte en aquello que espera. Quien espera la muerte se convierte en hijo suyo y produce muerte. Quien espera al Señor Jesús tiene la propia vida del Hijo del Padre.
La existencia cristiana es espera de Aquél que debe regresar: ¡el Esposo! El discípulo no tiene su patria aquí. Su morada se encuentra más allá. Extranjero y peregrino en la tierra (1Pe 2, 11) no tiene en este mundo una ciudad estable sino que busca la futura (Heb 13, 14), donde se encuentra el Señor que lo espera (Fil 3, 20).
El tiempo de la espera no es un tiempo vacío. Es el tiempo de la salvación en el que la Iglesia da testimonio de su Señor delante de todo el mundo. La historia se convierte en lugar de decisiones y de conversión. Es un momento de vigilancia y de fidelidad a la Palabra que nos transforma en imagen del Hijo.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Antonio G. Escobedo Hernández C.M.
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