“Dios va a pedir cuentas de la sangre de los profetas”
Rom 3, 21-30; Sal 129; Lc 11, 47-54.
En el evangelio se subraya que a aquella generación se le pedirán cuentas de la sangre de los justos y de los profetas que hubo desde la creación. De hecho, la maldad de esa generación llegó a tal punto que terminaron crucificando a Jesús. Pero incluso ahí, en medio de tanta maldad, se cumple el misterio de la bondad de nuestro Dios. Será en la cruz donde Jesús, además de cargar con toda la maldad, también pagará la deuda de cada uno de nuestros delitos.
Por eso, si la sangre de Abel, el primer justo asesinado, grita desde la tierra a Dios clamando dolor (Gn 4, 10), el grito de Jesús en la cruz, por el contrario, nos la lava de toda mancha. Si Zacarías, el último profeta asesinado muere diciendo “el señor vea y les pida cuentas” (2Cro 24, 20), Jesús crucificado dirá “Padre perdónalos” (Lc 23, 34).
Grabemos en nuestro corazón que la justicia de la ley denuncia y hace ver el pecado delante de Dios. La sabiduría del evangelio, por el contrario, perdona y ofrece el amor divino.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Antonio G. Escobedo Hernández C.M.
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