«Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes»
Apoc 11, 19;12, 1-6; Sal 44; 1Cor 15, 20-27; Lc 1, 39-56.
Esta solemnidad de la Asunción de la Virgen que celebramos, y las palabras del cántico de María que escuchamos en el Evangelio nos recuerdan la ruta que Dios ha tomado para caminar en la historia. El Dios eterno y trascendente se ha hecho amigo de los humildes, de sus pobres, de los que no tienen nada sino sólo su confianza en él.
Dios preocupado y ocupado en favor de sus hijos, compasivo hasta el extremo
de los que sufren. Así es Dios. María, la madre de Jesús, nos recuerda en su cántico por dónde hemos de caminar para hacernos auténticos hijos de Dios y participar de la victoria máxima de Cristo Resucitado.
Por eso traer el tema del cuidado de nuestra casa común es justo y necesario, pues son los más pobres los que pagan más caras las consecuencias de lo que está ocurriendo con el llamado calentamiento global. Pagan con la escasez de recursos naturales, la incertidumbre del clima y las cosechas y muchas veces con su propia pobreza, e incluso la vida.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Emmanuel Velázquez Mireles, C.M.
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