«Señor, socórreme»
Núm 13, 1-2. 25-14,1. 26-29. 34-35; Sal 105; Mt 15, 21-28.
Andando por territorio no judío, era claro que Jesús se encontraría con mucha gente que profesaba una fe distinta a la suya. Y así fue, a su paso le sale una mujer que le ruega por su hija, a quien describe atormentada por un espíritu muy malo.
Aquella mujer lo llama “Señor, Hijo de David”. Cabe preguntarnos: ¿qué vio en Jesús para llamarlo de esa forma?, ¿quién le sugirió hacerlo? Sea como fuere, sabe frente a quién está y no duda en pedir compasión para su hija. No obstante, en un principio, lo que encuentra es resistencia y negación. Pero no cesa, insiste una y otra vez, no pide para sí, sino para su hija que está en peligro, y es en este gesto de compasión donde radica la grandeza de su fe.
Desde este pasaje del evangelio surge una llamada a nosotros, para que pidamos por los demás y para que hagamos algo por los demás; mirar el riesgo que corre la vida y llenarnos de compasión para actuar.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Emmanuel Velázquez Mireles, C.M.
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