“El Hijo del Hombre es dueño del Sábado”
Ex 11, 10-12, 14; Sal 115; Mt 12, 1-8.
La ley del pueblo judío establecía que el séptimo día, sábado, debía ser dedicado al Señor. No se permitía trabajo alguno (Ex 20, 8-11). Era un día santo.
En los tiempos de Jesús, a esta prescripción se habían añadido otras 39. Entre éstas, las relativas a la cosecha. San Mateo nos narra cómo Jesús y sus discípulos un día sábado tuvieron hambre y arrancaron espigas en un campo para comer. Los fariseos, por su hostilidad hacia Jesús, le dicen que eso está prohibido.
Esta visión de los fariseos daba preferencia al precepto de guardar el sábado, sin considerar al enfermo y al que tiene hambre. Jesús pone de manifiesto que es más importante el ser humano, antes que la ley. “Misericordia quiero y no sacrificios” (Mt 12, 7).
Misericordia es actuar ante la necesidad del prójimo, sin poner pretextos de ninguna especie para pasar de largo ante las necesidades de un enfermo, el hambre y frío de un niño o adulto. No vale, entonces, decir: “tengo que ir a misa”, “es la hora del Rosario”, “tenemos la junta del grupo parroquial”, etc. Las necesidades de los demás están en primer lugar.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Corina Garza
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