“Vengan a mí todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y Yo los aliviaré”.
Ex 3, 13-20; Sal 104; Mt 11, 28-30.
Cada uno de nosotros llevamos día a día una carga, grande o pequeña: el trabajo, la soledad, la exclusión social o religiosa, la pérdida de la salud o de un ser querido, etc.
Jesús nos propone tomar su yugo, que es suave y ligero, y llevarlo con alegría. El yugo del amor a Dios y al prójimo, el yugo de la comunión con los hermanos; el yugo de una vida generosa, bondadosa, solidaria.
Como hijos de Dios tenemos la libertad de tomarlo o no, si lo hacemos lo haremos con humildad, mansedumbre, honestidad y tolerancia.
“Vengan a Mí, porque mi yugo es suave y mi carga ligera”. Pesan más el odio y el resentimiento, la ambición y la ansiedad por conseguir tantas cosas. El yugo del amor y la generosidad, además de ser ligero, es liberador. Él nos aliviará la carga.
“El Señor nunca olvida sus promesas. Ni aunque transcurran mil generaciones, se olvidará el Señor de sus promesas” (Sal 104).
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Corina Garza
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