“Señor, en Ti confío”
Gn 28, 10-22; Sal 90; Mt 9,18-26.
En los dos milagros que nos narra hoy el Evangelio, es decisiva la fe y el contacto con Jesús. Ambas, la mujer y la niña, están fuera de la comunidad. Quisieran ser parte otra vez de su comunidad en toda su plenitud. Lo esencial de este pasaje es la fe del jefe de la sinagoga y la fe de la mujer. El dolor del padre y la vergüenza de la mujer nos llevan a reconocer en nosotros mismos nuestros males personales y colectivos.
Ante la petición del jefe de la sinagoga, Jesús se levanta y sigue a este padre. La mujer se arriesga a acercarse a Él, a pesar de saber que estaba impura por su enfermedad y sorprende a Jesús. La infinita misericordia del Señor y su poder vuelven a la vida a estas dos mujeres.
¿Cómo nos acercamos a Jesús para pedir ayuda en nuestras necesidades? ¿Tenemos fe y confianza en el Señor para entregarle nuestros dolores y angustias y dejarlo todo en sus manos, con la seguridad que nos dará lo mejor para nosotros? Pidamos al Señor que aumente nuestra fe.
“Puesto que Tú me conoces y me amas, dice el Señor, Yo te libraré y te pondré a salvo. Cuando me invoques, Yo te escucharé; en tus angustias estaré contigo” (Sal 90).
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Corina Garza
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