2 Cor 8, 1-9; Sal 145; Mt 5, 43-48.
“Alaba, alma mía, al Señor”
En la vida de toda persona siempre hay un momento en el que sucede un encuentro con algo especial, distinto, que llama nuestra atención, y que nos hace interesarnos inmediatamente porque descubrimos que tiene mucho que mostrarnos y enseñarnos. Realidades o situaciones que nos dan la oportunidad de saber más sobre de la vida, aspectos de ella que no habíamos contemplado, ni imaginado.
Cuando verdaderamente comenzamos a conocer a Dios, comenzamos a sentir que el corazón cada vez está más sediento de su presencia, que necesitamos seguir profundizando nuestra cercanía con Dios para experimentar la vida en toda su inmensidad. Eso es el principio de una relación que durará por siempre, y que podrá ir profundizando, iluminándose cada vez más.
Como todo ciudadano de un reino, los discípulos de Jesús, constructores del Reino, no solo hablamos el mismo lenguaje, sino que entendemos la verdad y la inmensidad del amor de Dios. Amor que nos encamina hacia una vida plena y feliz.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Seminaristas del Seminario Mayor Vicentino de Tlalpan, Cd. de México
0 comentarios