Hech 2, 1-11; Sal 103; Rom 8, 8-7; Jn 14, 15-16. 23-26.

“El Espíritu Santo les recordará todo cuanto yo les he dicho”

El Espíritu Santo derramado en Pentecostés, en el corazón de cada uno de los discípulos, marca el inicio de una nueva época: la época del testimonio y de la fraternidad. Es un tiempo que viene de lo alto, de Dios, como las llamas de fuego que se posaron sobre la cabeza de cada discípulo. Un tiempo que continúa hasta hoy, en que el mismo Espíritu se sigue derramando en cada uno de nosotros, fieles seguidores de Jesús.

El Espíritu Santo es la llama del amor que quema cualquier aspereza; es el lenguaje de fuego del Evangelio, que cruza las fronteras puestas por los hombres y toca los corazones de las almas misericordiosas, sin distinción de lengua, raza o nacionalidad.

Como ese día de Pentecostés, el Espíritu Santo se derrama continuamente hoy sobre la Iglesia y sobre cada uno de nosotros, para que salgamos de nuestra zona de confort y de nuestras clausuras, y comuniquemos al mundo entero el amor misericordioso del Señor.

Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Seminaristas del Seminario Mayor Vicentino de Tlalpan, Cd. de México

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