Hch 20, 28-38; Sal 67; Jn 17, 11-19.
“Padre santo, guárdalos en tu nombre”
El día de ayer eschabamos a Jesús diciendo que había llegado la hora; continúa hoy pidiendo por los suyos. El mensaje lo podemos ver desde dos reflexiones: –¿Qué hacemos con los nuestros? (nuestra familia, amigos, comunidad). –¿Cómo los tratamos?
En la primera lectura San Pablo habla a los encargados de las comunidades, de tratar bien a los hermanos. Cuidar la vida del otro también es un mensaje de Dios. En nuestro tiempo, ¿cómo decirle al ser humano que es importante? Cuando sólo medimos su productividad, o lo calificamos por lo que tiene. Se ha medido la población y sólo vemos las cifras terribles de pobreza y exclusión. Esto tendría que ser alarmante para nosotros, que ya no nos interese el vecino, el familiar o cualquier persona que vemos en la calle. ¿Seríamos capaces de pedir a Dios por todos ellos?
Pidamos a Dios la gracia de no ser indiferentes al otro, a las personas que están en nuestro hogar, nuestra calle, colonia, ciudad, etc. Que nos sintamos más hermanos de todos, más cercanos y sensibles a las necesidades de los pobres, de todos los que nos rodean.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Seminaristas del Seminario Mayor Vicentino de Tlalpan, Cd. de México
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