Hch 11, 1-18; Sal 41; Jn 10, 1-10.
“Yo he venido para que tengan vida”
Las comunidades judías tenían una larga lista de cosas que no podían hacer, ni comer. Esta larga lista de preceptos era una especie de puerta de acceso a la salvación. Quien no cumpliera la ley estaba condenado a la muerte, a la exclusión, a la soledad o al pecado. El mismo Pedro llegó a sentirse influenciado por esta ideología.
Pero las diversas actitudes y discursos de Jesús explican que la antigua ley no tiene ya fuerza para salvar a nadie. Ahora, Cristo es la puerta y sólo creyendo en él y actuando como él, se puede obtener la vida eterna.
Incluso, tras la resurrección de Jesús, surgieron grupos de herejes que ofrecían la salvación de maneras diferentes a las que había proclamado Jesús; por eso la imagen del Buen Pastor deja claro que los discípulos son capaces de reconocer la voz de su maestro y guía, quien entrega la vida por su rebaño, y es tarea de los discípulos imitar al maestro en ese seguimiento, entregando ellos también su vida.
Entregando la vida se puede obtener la vida eterna, pues la vida propia se fundirá en una con la del Buen Pastor. Un solo Pastor, un solo rebaño.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Seminaristas del Seminario Mayor Vicentino de Tlalpan, Cd. de México
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