“El que cree en el Hijo, tiene vida eterna”
Hech 5, 27-33; Sal 33; Jn 3, 31-36.
El testimonio que dan Pedro y los Apóstoles de Jesús, Hijo de Dios, sigue presente y manifiesto en la vida de muchos, que entregan su tiempo, sus bienes y hasta su vida por Jesús. Sin embargo a muchos de los cristianos nos cuesta trabajo hablar acerca del Dios amoroso, capaz de entregar a su Hijo único al sacrificio e incluso a la muerte.
“Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor”, palabras del Salmo que, al parecer, no resuenan en muchos de nosotros, y nos perdemos en caminos de egoísmo, de poder y otros males que afectan el caminar del pueblo de Dios en la realidad actual.
Muchos de los que nos proclamamos seguidores y más aún, imitadores de Jesús, de quien estamos llamados a dar testimonio, nos presentamos como piedra de tropiezo para aquellos que esperan ver en nosotros el rostro vivo de Jesucristo y encuentran el rostro de la indiferencia, del abuso, del desamor.
Como veremos mañana, Dios nos regaló a su Hijo, para que todo el que crea en Él tenga vida, y la tenga en abundancia. Nuestro Dios es alguien comprometido con la vida digna y plena de todos sus hijos. Que nosotros también trabajemos por la vida y por la dignidad de todos.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Seminaristas del Seminario Mayor Vicentino de Tlalpan, Cd. de México
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