Gn 17, 3-9; Sal 104; Jn 8, 51-59.
“Quien cumpla mi palabra, no sufrirá jamás la muerte”
¡Qué promesa tan maravillosa! ¡Qué recompensa tan desproporcionada! Ser fieles a su palabra, para no sufrir jamás la muerte. Es como comprar un boleto de una rifa que da como premio muchos millones de pesos. El boleto cuesta un peso y se te asegura que es el único número, no hay más que el tuyo, seguro te vas a ganar el premio. ¿Entrarías tú a la rifa? ¡Yo por supuesto que sí!
Cumplir su palabra… ¿Y cuál es su palabra? Creo que todo el evangelio de Jesús se podría resumir en un versículo: “Éste es mi mandamiento: que se amen unos a otros como yo los he amado” (Jn 15, 12). En la primera lectura de hoy escuchamos a Yahvé prometiendo algo parecido a Moisés: “Camina en mi presencia y sé honrado, y haré que te multipliques sin medida” (Gn 17, 1-2).
Dios todo lo da sin medida y acepta la pobre medida de nuestra respuesta. Tanta ge- nerosidad, tanto amor des- medido, nos piden una respuesta más generosa, más comprometida.
Decía San Agustín que “la medida del amor, es amar sin medida”. No le pongas límites a tu respuesta a Jesús. Lleva su palabra a la práctica.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: P. Silviano Calderón S., cm
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