Is 49, 8-15; Sal 144; Jn 5, 17-30.
“Mi Padre trabaja siempre y yo también trabajo”
Ante el reclamo que hacen por hacer curaciones en sábado, Jesús les responde: “Mi Padre trabaja siempre y yo también trabajo… yo hago lo que veo hacer a mi Padre… lo que hace Él, lo hago yo.”
¿Y qué había hecho? Había sanado al paralítico de la piscina de Siloé, se había compadecido de él.
En este sentido Jesús es el reflejo del Padre; con su vida y sus palabras nos va descubriendo y describiendo el misterio de Dios, su ser profundo y su proyecto definitivo para los hombres.
Lo que más escandaliza a los judíos es la familiaridad que Jesús muestra con Dios: “lo llama su Padre”, como si fueran iguales. Esta familiaridad le viene a Jesús no sólo de su origen, sino también de su continua oración, de hablar con el Padre y de escucharlo, descubrir Su mano providente en cada paso.
¿Qué tan familiarizado estás con Dios? ¿Para ti es una presencia lejana, ausente y vacía? ¿O es una presencia viva, apasionada, cercana, real? ¿Cómo le hablas a Dios: como un viejo conocido y amigo o como a un extraño impertinente e inoportuno? Él te conoce más que tú mismo, te ama más que nadie. No pierde ni un paso de tu vida… “Es más íntimo a ti que tu propia intimidad.”.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: P. Silviano Calderón S., cm
0 comentarios