Est 4, 17ss; Sal 137; Mt 7, 7-12.
“Todo el que pide, recibe”
«Pidan y se les dará”, dice Jesús en el Evangelio, porque “todo el que pide recibe”. Parece sencillo solo pedir. El asunto no es pedir, sino “qué” pedir y “cómo” pedirlo.
Escribe Santiago (4, 2-3): “En realidad, ustedes no tienen porque no piden. Y si piden algo, no lo consiguen porque piden con la mala intención de derrocharlo después en sus placeres”. Tiene razón Santiago, antes de hacer nuestras peticiones a Dios, hemos de revisar si lo que estamos pidiendo es para gloria de Dios, crecimiento nuestro y ayuda a los demás, o solo responde a un interés egoísta. Pensemos
¿Qué fue lo último que le pedí a Dios?
Si revisamos el “qué”, vayamos ahora al “cómo”. Escuchamos en la primera lectura la oración de Esther, luego de tres días de ayuno junto con su pueblo –por el que va a abogar ante Asuero–, sabiendo que lo que va a hacer es jugarse el todo por el todo, porque va a presentarse ante el rey sin su permiso, y esto estaba penado con la muerte. Pensemos ¿Cómo fue mi última petición a Dios?
Cuando hemos tenido la capacidad de revisar la motivación de nuestras peticiones y confiamos en el Padre Bueno, podemos decir con el salmista: “De todo corazón te damos gracias, Señor”.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: José Luis Rodríguez Vázquez
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