Sir 5, 1-10; Sal 1; Mc 9, 41-50.

“No quedará sin recompensa el que les dé de beber un vaso de agua”.

Dar un vaso de agua aparentemente es poca cosa, es algo que cualquier persona puede hacer. Te ofrecen agua cuando te notan cansado, cuando saben que has caminado mucho, cuando llegas de la calle en un día caluroso, etc.

Sin embargo, el que te ofrezcan agua para refrescarte porque reconocen en ti a una persona que anuncia la Buena Nueva, que está trabajando en la ayuda a los necesitados, que va y viene en el servicio a los pobres, es otra cosa.

Jesús dice que el que ofrezca un vaso de agua a un seguidor suyo no se quedará sin recompensa. Estas palabras manifiestan el agradecimiento del Señor en los gestos más sencillos de la gente.

El mismo Jesús sabe lo que significa recibir un vaso de agua, recordemos el pasaje del encuentro con la Samaritana, donde Jesús mismo le pide agua a la mujer.

Él, siendo todopoderoso, es capaz de ser sencillo y agradecido con las personas. La invitación de Jesús es a ser también agradecidos con todos, sobre todo con las personas sencillas que nos acogen con un corazón generoso.

Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Gladys López Pérez, hc